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Antes que ella quisiera, Ana sintió sus dedos entre los del enemigo tentador... debajo de la piel fina del guante la sensación fue más suave, más corrosiva. Ana la sintió llegar como una corriente fría y vibrante a sus entrañas, más abajo del pecho. Le zumbaron los oídos, el baile se transformó de repente para ella en una fiesta nueva, desconocida, de irresistible belleza, de diabólica seducción.

Cuando Pierrepont hubo dado a Jacques su adiós postrero, levantóse ella, diciendo al marqués con voz conmovida, seca, vibrante: Le voy a acompañar.

Como en la orquesta salta el pasaje fundamental de atril en atril para ser repetido por todos los instrumentos en los más diversos tonos, aquel verde eterno jugueteaba en la sinfonía del paisaje, subía o bajaba con diversa intensidad, se hundía en las aguas tembloroso y vago como los gemidos de los instrumentos de cuerda, tendíase sobre los campos voluptuoso y dulzón como los arrullos de los instrumentos de madera, se extendía azulándose sobre el mar con la prolongación indefinida de un acorde arrastrado del metal, y así como el vibrante ronquido de los timbales matiza los pasajes más interesantes de una obra, el sol, arrojando a puñados su luz, matizaba el panorama, haciendo resaltar unas partes con la brillantez del oro y envolviendo otras en dulce penumbra.

Y aquella luz que derramaba polvo de oro por todas partes, aquel cielo empapado de sol, aquella diafanidad vibrante en el espacio, ¿no era el propio himno a Venus, la canción impúdica y sublime del trovador de Turingia ensalzando la gloria del placer y de la terrena vida? ; aquello mismo era.

Ambos reconocieron cierta alarmante alteración en la circulación de la sangre, que por la fiebre sola no se explicaba. El corazón tenía una actividad, enfermiza y un excesivo desarrollo. El pulso era vibrante y duro. El lado izquierdo del pecho de la enferma se estremecía con las palpitaciones. Un vivo carmín teñía las mejillas de Doña Blanca, de ordinario pálidas.

Lo garantizamos bajo nuestra fe de periodistas y de ciudadanos...» La Mañana contestó este suelto. Al leer estas pérfidas líneas, se extremeció Jacinto con justa cólera. Vibrante como una arpa agitada por los esqueléticos dedos del huracán, su alma estalló en protestas e imprecaciones.

Después de esto, Ojeda creyó tener a su lado otra mujer, como si se hubiese roto la coraza de hielo tras la cual se había mantenido hasta entonces, irónica y hostil, y de los fragmentos de la rota defensa acabase de surgir algo cálido y vibrante que iba hacia él con la humildad de la hembra que anhela ser vencida. Pasó por cerca de ellos la alemana con su niño de la mano.

Diríase que era el genio protector de aquel lugar, el duende del Círculo Rojo; las notas del mantón, del pañuelo, de las flores y cintas se reunían en un vibrante acorde escarlata, a manera de sinfonía de fuego. Adelantose intrépida la muchacha levantando en alto el ramo y recogiendo, con el brazo libre, el pañolón, cuyos flecos le llovían sobre las caderas.

De improviso, voz vibrante, grave, extensa, poderosa, que se repite incesante, y que de instante en instante resuena más presurosa, rompiendo el silencio hiende el aire, léjos se extiende, y á la ciudad despertando, brava, al combate llamando, hasta la vega desciende. Es la sonora campana de la alcazaba, que, fiera, dice que gente cristiana, de presa y conquista en gana, ha roto por la frontera.

Cuando tenía veinte años, conquisté a mi patrona que tenía cincuenta. No creo que Hernán Cortés ni Pizarro, ni Alvarado ni García de Paredes... ¡Nada, nada, se le concede a usted la primacía! exclamó el sabio soltando una carcajada vibrante y majestuosa.