Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 10 de julio de 2025
Parece que va por la vida como un viajero que está dando la vuelta al mundo, sin fijarse en parte alguna, sensible a las bellezas del camino, vibrante, entusiasta, apto para comprenderlo todo, para deslumbrar, para gozar, para pescar al vuelo y saborear las más finas y las más fuertes sensaciones. Amar debe ser otra cosa. Me parece que el amor debe tener menos superficies para concentrarse más.
Entonces nada importa me pongas en olvido, Tu atmósfera, tu espacio, tus valles cruzaré, Vibrante y limpia nota seré para tu oido, Aroma, luz, colores, rumor, canto, gemido Constante repitiendo la esencia de mi fé. Mi patria idolatrada, dolor de mis dolores, Querida Filipinas, oye el postrer adios. Ahi te dejo todo, mis padres, mis amores.
Algunos minutos después el bramido se oyó más distinto y más cercano; el tigre venía ya sobre el rastro, y solo a una larga distancia se divisaba un pequeño algarrobo. Era preciso apretar el paso, correr, en fin, porque los bramidos se sucedían con más frecuencia, y el último era más distinto, más vibrante que el que le precedía.
Muchos seguían sus palabras abriendo desmesuradamente los ojos, como si quisieran absorberlas con la vista. Juanón y el de Trebujena asentían con movimientos de cabeza. Habían leído confusamente lo que decía Salvatierra, pero en boca de éste les conmovía como una música vibrante de pasión. El viejo Zarandilla no temió romper este ambiente de entusiasmo, interviniendo con su sentido práctico.
De repente una voz seca, vibrante, particular, dijo con acento de amenaza, viniendo de la dirección opuesta á la que llevaban el tío Manolillo y doña Clara: ¡Alto allá! que en noches tan obscuras es bueno evitar tropiezos. El bufón se detuvo al escuchar aquella voz y retrocedió. ¡Quevedo! exclamó doña Clara.
Tenía los ojos azules claros; el metal de la voz, vibrante, poco agradable, hierático en su monotonía, expresaba bien el fanatismo casi inconsciente de un alma que preparaban para el convento. La rubia hermosa, con brazos de escultura griega, no entendía cabalmente lo que iba diciendo, pero adivinaba el sentido de su arenga, y le daba el tono de intolerancia y de soberbia que le convenía.
De pronto un gallo, como si recordase repentinamente una orden, olvidada al amanecer, lanzaba las cuatro notas de su vibrante canto al que sólo respondía, por excepción, el ronco trisílabo de un gallito enano y tuerto trepado al eje de un carro en la caballeriza, por cuyos pesebres circulaban cacareando «sotto-voce» las gallinas más inquietas del corral.
Palabra del Dia
Otros Mirando