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Actualizado: 10 de octubre de 2025
Es don Francisco de Quevedo y Villegas, señor dijo el ayuda de cámara. ¡Ah! pues creo, Dios me perdone, que estamos perseguido por don Francisco. Perdóneme vuestra majestad, señor dijo Quevedo con voz campanuda y vibrante ; yo he sido llamado; que si llamado no fuera, no aportara yo en todos los años de mi vida por vuestra cámara.
A lo lejos sonaba la hora cantada por los serenos, rasgando vibrante la bochornosa calma de la noche estival; y los trasnochadores que volvían del café o del teatro deteníanse un instante ante las rejas para ver en su antro a los panaderos, que, desnudos, visibles únicamente de cintura arriba, y teniendo por fondo la llameante boca del horno, parecían ánimas en pena de un retablo del purgatorio; pero el calor, el intenso perfume del pan y el vaho de aquellos cuerpos, dejaban pronto las rejas libres de curiosos y se restablecía la calma en el obrador.
Saludé á las señoras con toda la naturalidad de que puedo disponer. No hubo, bien entendido, ninguna explicación. La señora de Laroque parecióme conmovida y pensativa; la señorita Margarita algo vibrante aún, pero política. En cuanto á la señorita Helouin, hallábase muy pálida y mantenía los ojos inclinados sobre su bordado.
La señora llamó a su doncella. Su voz sonora, pastosa, vibrante, lanzó unas palabras de las que apenas pudo Rafael alcanzar las principales sílabas. El rumoroso silencio de la altura pareció plegarlas y confundirlas; pero el joven estaba seguro de que no había hablado en español. Era sin duda una extranjera...
Los ocho asientos del mullido coche se completaban con un Inglés y una pareja francesa. El Inglés, especie de tonel de dimensiones colosales, roncaba y silbaba como la locomotiva, entregado al mas profundo sueño. Parecia que el movimiento del tren, lejos de incomodarle para dormir, le diese con su andar rápido y vibrante una especie de dulce vaiven.
En aquella hora decisiva había sido conquistada por completo; Juan le había revelado el amor verdadero, el que brota vibrante y natural de la humanidad. ¡Ah! aquel grito que resonaba aún en sus oídos ¡cómo había conmovido todo su ser! Había comprendido aquel clamor lanzado por la sangre y por la carne, por el espíritu y por el alma de un hombre.
Ya iba a decir algo, cuando se volvió a oír en el fondo de la sala a los agentes de policía que impedían la entrada a alguien. Pero esa vez la inesperada persona no se lamentaba, no lloraba; con voz vibrante, irritada y casi imperiosa, decía: ¡Déjenme pasar!... ¡necesito entrar, les digo!...
Miguel se fija en el campaneo lúgubre que viene de abajo, desde una iglesia de la ciudad invisible, á través del éter vibrante y luminoso. El coronel insiste en sus explicaciones. Es una sepultura provisional, sin losa, sin nombre. Con motivo de la guerra, era imposible enviar la muerta á París.
¡Qué bien se harmonizaba aquel vibrante vocerío con el despertar de valles y montañas, con los preludios del pueblo alado, con el susurro de las arboledas, con el canto idílico del Pedregoso, con el centellear de los luceros, y con el mugir de las vacadas en el cercano ejido! No sé por qué temí que la tía Pepilla supiera que no había yo probado el sueño.
Un poco más de brusquedad en su gesto y un acento más vibrante en la voz eran los únicos síntomas perceptibles que delataban un estremecimiento interno, si realmente se agitaba su corazón, que mucho lo dudo. Cuanto a mí, le escuchaba con real y profunda angustia.
Palabra del Dia
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