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Actualizado: 19 de noviembre de 2025
Los más importantes de ellos, los que bebían alcoholes y estaban sentados más cerca del fuego, se miraban los unos a los otros, como si hubieran apostado al que primero cerraría los ojos. En cuanto a los bebedores de cerveza, gentes vestidas en su mayor parte con sacos de fustán o blancos, permanecían con los párpado cerrados y se pasaban la mano por la boca.
Son esas muchachas suavemente tristes, humildes y resignadas, que tienen ojeras muy hondas y pobres manos santificadas por el culto heroísmo de la lucha diaria: que van tocadas con gráciles sombreros y vestidas con una coquetería un poco triste por lo usado y deslucido del atavío.
Las mujeres, vestidas de negro, van por los caminos titubeando á través de los escombros y de los embudos abiertos por los proyectiles monstruosos. Perdieron sus hijos, vieron fusilar sus maridos; ahora exploran el suelo en busca de su casa que fué... Pero el invierno de la guerra ha terminado; ya llega la primavera de la paz.
Lo que siento es que las chicas... ¿Qué sucedió? Del comedor habíamos pasado al despacho. Las niñas vinieron vestidas, oyeron voces, se detuvieron junto a la puerta y se enteraron de todo. Como son mayorcitas se harán cargo. Quiá, se abrazaron a su madre... llorando. ¡Figúrate! ¡Tonto! Haberte venido aquí.
Otros aristócratas disputaban a Vegallana la supremacía en cuestión de nobleza o riqueza, pero ninguno se atrevía a negar que la cocina y la bodega del Marqués eran las primeras de Vetusta. Ordinariamente la Marquesa se hacía servir por muchachas de veinte abriles próximamente, guapas, frescas, alegres, bien vestidas y limpias como el oro.
No obstante su diversidad, toda aquella gente hacía lo mismo. No tardaban en entrar los bohemios, los hombres altos, de cuello largo y cara triste y aburrida; las mujeres modestas, vestidas casi todas de negro, indiferentes a las conversaciones, a las palabras que se les dirigían y a los vinos que había en la mesa.
Aquella noche, el exceso de la emoción la tenía semimuda. La dicha que embargaba su alma se traducía, como casi siempre acontece, en un sentimiento de benevolencia hacia todo el mundo. El baile le parecía encantador. Todos los hombres eran chistosos. Todas las mujeres estaban admirablemente vestidas.
Sopló una brisa helada del lado de popa que hizo estremecer a las damas, vestidas ligeramente. Mina tosió, llevándose las manos a los brazos y al pecho, casi desnudos, sin otro abrigo que el calado sutil de una blusa blanca. La súbita frescura le hizo imitar a algunas señoras que iban a sus camarotes en busca de un abrigo.
Tiene un grande número de elegantes tiendas, de franceses en su mayor parte, vestidas con el lujo de los comercios de las ciudades europeas: el empedrado es de lo mas detestable que puede imaginarse, y como las lluvias son muy frecuentes, apénas puede transitarse por la citada calle.
No los seguiremos porque en este momento quizás haya otras personas en esa congregación que sale de la iglesia que nos agradaría volver a ver, ciertas personas que no se encontrarán probablemente entre las vestidas con elegancia, y que puede que no sea tan fácil reconocer como al dueño y la dueña de la Casa Roja. Sin embargo, no es posible equivocarse respecto a Silas Marner.
Palabra del Dia
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