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Actualizado: 19 de noviembre de 2025
Ya no se mostraban en las galerías exteriores las domésticas mal vestidas y realizando al aire libre ciertos trabajos de limpieza. La presencia de aquella señora tan hermosa y elegante había impuesto á la servidumbre nuevos cuidados personales. Hasta la gorda Sebastiana iba vestida todos los días «de domingo», como decían sus amigas.
Por un refinamiento algo sibarítico, no fue el hortelano, ni su mujer, ni el chiquillo del hortelano, ni ningún otro campesino quien nos sirvió la merienda, sino dos lindas muchachas, criadas y como confidentas de Pepita, vestidas a lo rústico, si bien con suma pulcritud y elegancia.
También mandó Guillermina despejar la habitación y que se apagaran las luces. Entre la mucha gente que había entrado, veíanse dos mujeres muy bien vestidas a la chulesca, con mantón color café con leche, delantal azul, falda de tartán, pañuelos de color chillón a la cabeza, el peinado rematado en quiquiriquí con peina de bolas, el calzado de la más perfecta hechura y ajuste.
La reina mui alta, plañiendo sus ojos, De lágrimas cubra su noble regazo: Las otras doncellas se fagan retazo Los rostros é manos; é tomen enojos, Las sus vias sean por sendas de abrojos Vestidas con luto de roto pedazo: Las dueñas ancianas la tomen de brazo, E lloren con ella de preces é innojos.
Sólo había en él dos mujeres del pueblo arrodilladas y vestidas de luto: esposas ó madres de hombres muertos en la guerra. Al volver á la plazoleta se entretuvo en leer y releer los títulos de todos los papeles expuestos en un kiosco de periódicos.
Hasta las guardesas, viejas y pobremente vestidas, que, con la bandera recogida, daban paso al tren, ostentaban entre sus cabellos grises algún clavel o alelí. Por fin nos apartamos del Empalme. Debíamos parar en Sevilla.
Hasta el alcalde y los miembros de la Junta que quisieron ver a sus mujeres y a sus hijos vestidas como las grandes de España, fueron atacadas por la peste. En fin, perecieron gran número de personas en Cádiz y en sus alrededores, porque los meses de julio y de agosto fueron muy calurosos, y la fiebre amarilla complicó la peste.
Hacían cola las señoras aguardando su turno, empavesadas y solemnes, con mucha mantilla de blonda, mucho devocionario de canto dorado, mucho rosario de oro y nácar, las madres vestidas de seda negra, las niñas casaderas, de colorines vistosos.
Otra cosa, de las que enojaban algo a Poldy, era la presencia en la fotografía de aquellas tres bayaderas tan ligeramente vestidas y tan poco modestas y comedidas en sus bailes. Pero también Poldy se mostraba indulgente con este desafuero del indio, y si no le disculpaba, le explicaba y casi le perdonaba.
Eran tres las que así chismorreaban, sentaditas a la derecha, según se entra, formando un grupo separado de los demás pobres, una de ellas ciega, o por lo menos cegata; las otras dos con buena vista, todas vestidas de andrajos, y abrigadas con pañolones negros o grises.
Palabra del Dia
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