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Actualizado: 29 de junio de 2025
Volvió a examinarlos con un poco de recelo y cambió de conversación. Al cabo de un rato, deteniéndose, les propuso desviarse de la vereda y tomar un atajo a campo traviesa. Nuestros antropólogos aceptaron sin vacilar, porque estaban ya bastante rendidos.
Declaro que hay que resistir menos asaltos desde la porte Saint-Martin hasta la Avenida de la Opera, a las 11 de la noche en los bulevares de París, o de 11 a 12 en la vereda del Critérium en Londres, que en aquella marcha incierta bajo una noche oscura.
Al verlos venir del bracero, a lo largo de una vereda, la monja se santigua: ¡Jesús, María y José! ¿Estoy soñando? ¿Qué milagro es éste? No es sueño, no. Es realidad. Y añade, ya al par de ellos: Gracias a Dios que se han reconciliado ustedes. El Señor les ha tocado en el corazón. Nada hay más sabroso que el perdón, sobre el resentimiento.
Entonces le ví ancho, anchísimo; ahora angosto, como una vereda montañesa. Entonces miraba yo en el último término del viaje una ciudad populosa, brillante, de todos alabada, para todos alegre y festiva, hasta para el niño que con los ojos llenos de lágrimas y con el corazón hecho pedazos acababa de salir de la casa paterna. Ahora... ¿á dónde iba yo?
Se me figuró que todas las cosas daban vueltas á mi alrededor, y sentí dentro del pecho un frío particular, que nunca más volví á sentir. De repente me acuerdo que eché á correr como un loco por el monte abajo, sin saber adónde marchaba. Como no seguía la vereda, me iba destrozando los pies con la retama y las zarzas; pero no lo notaba. No veía nada.
Era una niña que subía sola, y cantando, por la calle de Segovia, dirigiéndose á la Morería. Clara vió con asombro que la niña, sin cesar de cantar, subía la cuesta y trepaba, encontrando una vereda entre tantos escombros. Se levantó é intentó seguirla. La niña no la vió y marchaba delante muy alegre, al parecer.
¿Qué más podía desear? «No estoy enfadada» le había dicho «no vuelva Vd. a hablarme de su pobreza.» Pretender mayor claridad sería insensatez. Al cabo de dos meses sus diálogos eran ya muy distintos; que cuando la estimación abre vereda, el amor ensancha y allana pronto el camino.
La tal muchacha, con sus 14 años, su carita rosada y sus piernas gruesas y bien torneadas, era algo apetitoso y tentador y hacía la desesperación de los dandys del barrio, que no perdían ocasión de verla pasearse en la vereda con sus coquetos vestiditos rosa, sus delantales negros guarnecidos de trencilla punzó con pliegues de pestaña, haciendo cantar sus zuequitos escotados, y moviendo al son de esa música su cuerpo flexible y airoso.
Pues a fe mía que ha sido floja mi equivocación dijo Golfín riendo. Yo le guiaré a usted con mucho gusto, porque conozco estos sitios perfectamente. Golfín, hundiendo los pies en la tierra, resbalando aquí y bailoteando más allá, tocó al fin el benéfico suelo de la vereda, y su primera acción fue examinar al bondadoso joven. Breve rato estuvo el doctor dominado por la sorpresa. Usted... murmuró.
22 Porque son vida a los que las hallan, y medicina a toda su carne. 23 Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida. 24 Aparta de ti la perversidad de la boca, y aleja de ti la iniquidad de labios. 26 Pesa la vereda de tus pies, y todos tus caminos sean ordenados. 27 No te desvíes a diestra, ni a siniestra; aparta tu pie del mal.
Palabra del Dia
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