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Actualizado: 29 de mayo de 2025


Por tierra hay que flanquear el monte Bulusan en donde se alza el volcán de su nombre, y á más de este flanqueo, que es un verdadero quebrantahuesos, no se sale del bosque, cuando se sale, pues se dan casos, en menos de doce horas. Ni existe camino, ni senda, ni vereda, ni nada que lo valga.

Allí instruyó a Rosita sobre el fracaso de su casorio, y ésta, pasada la primera impresión, volvió de nuevo a la vereda a lucir sus piernas torneadas y a hacer cantar a sus zuecos el aire con que acompañaba los movimientos graciosos de su cuerpo flexible. Acababa de recibir su título de abogado y de instalar su estudio con toda coquetería.

Consiste en un estanque de agua encuadrado en una vereda espaciosa, que sombrean sauces añosos y colosales.

Hélas aquí, pletóricas de esencia consagrada... Yo las pongo a tus plantas con mi lira enlutada, en el augusto nombre del rey universal... ¡No pierdas la esperanza! La muerte, en , no es muerte... ¡Es sólo una vereda que nos conduce al fuerte imperio donde irradia el Sol de lo inmortal...!

Cuando llegaron a las afueras del pueblo, frente a una cruz antigua que se alza muy cerca de la iglesia, se detuvieron los tres, y Materne, en un tono más reposado, señalando a sus hijos el sendero que, entre brezos, rodea a Framont, les dijo: Vais a tomar esa vereda. Yo sigo el camino hasta Schirmeck. No iré muy de prisa, para que podáis llegar al mismo tiempo que yo.

El camino de las Señoras era la excursión favorita de Lucía. Estrecha vereda, sombreada por espesos árboles, sigue dócil el curso del Sichón, deteniéndose cuando al río se le antoja formar un remanso y torciéndose en graciosas curvas como la tranquila corriente.

Por allí se deslizaba la vereda, de lastras resbaladizas lo más de ella, en ziszás, entre jarales y arbustos algunas veces; muchas al descubierto sobre la barranca, en cuyo fondo, entenebrecido por las malezas de ambas orillas, refunfuñaban las aguas de los regatos vagabundos encauzadas allí para ir a engrosar por caprichosos derroteros el caudal del río que se despeñaba a nuestra izquierda y al otro lado del Puerto.

Recuerdo haber hecho, bajo una lluvia torrencial, un gran número de estaciones un Viernes Santo, en adorable compañía; el paraguas era una farsa, el viento nos azotaba la cara... pero ¡con qué delicia hundía mi pie en los numerosos charcos de la vereda! Jamás adquirí un resfrío con más títulos a mi respeto y consideración.

El corro de las brujas deja caer en el fondo de la corriente, la piedra que todas en un remolino llevaban por el aire, y huyen convertidas en murciélagos. El entierro se vuelve hacia la aldea y desaparece en una niebla. El Caballero, como si despertase de un sueño, se halla tendido en medio de la vereda. La luna ha trasmontado los cipreses del cementerio y los nimba de oro.

¡Pero Rosita era insensible a estas demostraciones equilibristas! Un buen día dejó de salir a la vereda, y en el barrio se corrió la voz de que la visitaba un mozo, empleado de la Municipalidad. Como no volvió a aparecer en la calle, sus adoradores, fastidiados, fueron a ser satélites de otras constelaciones.

Palabra del Dia

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