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Actualizado: 21 de julio de 2025
Para vencer a los duendes del azar hay que tener un espíritu fuerte y sereno, como para dirigir multitudes. La voluntad y el ingenio pueden vencer a la mala suerte. El libro lo vende el editor Pueyo. Pero conste que no es réclame. No tengo el menor interés por éste ni por el otro editor. El librero, comerciante del cerebro ajeno, realiza el milagro de comer de los libros sin saber leer.
Ya lograréis que os lo ceda. ¡Lo compraremos, si es preciso! ¡No soñéis siquiera en eso! Un médico no vende nunca a sus enfermos. Los mata algunas veces, en interés de la ciencia, para ver qué tienen dentro; pero traficar con ellos... ¡jamás!
Dejarla manifestó con benevolencia la Petra , por si tiene que ir a ganarlo; que nosotras ya lo hemos ganado». Interrogadas por Almudena, refirieron que habiendo cogido la Diega unos dineros que le debían dos mozas de la calle de la Chopa, se habían lanzado al comercio, pues una y otra tenían suma disposición y travesura para el compra y vende.
¡Vaya si golía!... Los cazolones los tiene en ca el sacristán. Allí vienen y se los llenan, y hala con todo para Cuatro Caminos. El marido... añadió la Burlada echando lumbre por los ojos , es uno que vende teas y perejil... Ha sido melitar, y tiene siete cruces sencillas y una con cinco riales... Ya ves qué familia.
Cuentos de elefantes De África cuentan ahora muchas cosas extrañas, porque anda por allí la gente europea descubriendo el país, y los pueblos de Europa quieren mandar en aquella tierra rica, donde con el calor del sol crecen plantas de esencia y alimento, y otras que dan fibras de hacer telas, y hay oro y diamantes, y elefantes que son una riqueza, porque en todo el mundo se vende muy caro el marfil de sus colmillos.
El alcalde se levantó con solemnidad. «¡Señores... se va a proceder al discutinio!». Entra la gente en tropel: comienza la lectura de papeletas; míranse los curas atónitos, al ver que el nombre de su candidato no aparece «¿Tú te moviste de ahí?», pregunta el abad de Naya al centinela. «No, señor», responde éste con tal acento de sinceridad, que no consentía sospecha. «Aquí alguien nos vende», articula el abad de Ulloa en voz bronca, mirando desconfiadamente a don Eugenio.
Los salvajes lo emplean en las salsas y en los combates, en la guerra y en la cocina. Acaba usted de decir su nombre y ya no me acuerdo. No lo he dicho, señora, pero estoy dispuesto a hacerlo. Es el curare. Se vende en Africa, en las montañas de la Luna. El comerciante es antropófago. La señora Chermidy dejó a un lado sus venenos para dedicarse a sus invitados.
D. José Salamanca compra con monedas que los demás banqueros no conocen; compra y vende mercancías que no conocen los demás mercaderes, y en esto consiste que los demás ricos, los muy ricos, parezcan muy pobres comparados á Salamanca.
Delante del Portal hay una lindísima plazoleta, cuyo centro lo ocupa una redoma de peces, y no lejos de allí vende un chico La Correspondencia, y bailan gentilmente dos majos. La vieja que vende buñuelos y la castañera de la esquina son las piezas más graciosas de este maravilloso pueblo de barro, y ellas solas atraen con preferencia las miradas de la infantil muchedumbre.
Siempre se han vendido... me acuerdo de una provisión de corregidor que se ha dado esta mañana á Diego Soto, para que la venda en lo que pudiere... y todo está firmado por mí. Sí, pero es que el duque vende por su cuenta... te roba... ¡Oh! no puede ser. Mira. Y la reina sacó las dos cartas que habían encontrado en la cartera de don Rodrigo Calderón, con las suyas, y dió una de ellas al rey.
Palabra del Dia
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