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Actualizado: 14 de junio de 2025


La vida matrimonial se le hacía inaguantable... Por eso se separó de su marido y se echó a llorar sin consuelo... Felizmente, en la azotea del palacio anidaba una pareja de cigüeñas. Eran curiosas, y como tenían las patas muy largas y muy largo el cuello, parándose en la punta de las patas y estirando el cuello, veían por las ventanas lo que pasaba adentro del palacio.

Mas apesar de su cuerpecito menudo y no del todo bien conformado, y de la palidez constante de su rostro, poseía especial atractivo, que cuantos la veían, y aún más los que la trataban, se complacían en afirmar.

Un portalón ancho, pero no muy alto, la daba entrada; y esta puerta, cuyo dintel consistía en una inmensa viga horizontal, algo encorvada por el peso de los pisos principales, era la entrada de un largo y obscuro callejón que daba al destartalado patio. Este patio estaba rodeado por pesados corredores de madera, en los cuales se veían algunas puertas numeradas.

Se veían, pues, pero no podían hablarse. La primera carta que trajo Agapo del audaz chiquillo, no quiso Susana recibirla; encendida de rubor, dijo que no era decoroso que una señorita se carteara con ningún hombre, aunque éste fuera su primo.

Aquel sueño de redención y de paz había pasado, y su reciente recuerdo difundía en mi ser una calma inefable; ya mi aliento no salía ronco y fatigoso de mi pecho: la vida me era fácil: el sol que penetraba por las ventanas del jardín, tenía color de gloria: mis ojos veían luz: mi pecho respiraba aire: parecíame que el espacio era armónico, que todo me sonreía, que todo se asociaba a mi felicidad.

En efecto; a medida que el día avanzaba se veían más grupos de personas que venían por los distintos senderos de la sierra. En el valle había varios centenares de hombres reunidos: leñadores, carboneros, almadieros, sin contar las mujeres ni los niños.

En vez de los grupos alegres y bulliciosos de antes, en las aceras se veían parejas de la Guardia Veterana haciendo circular á los estudiantes, que salían de la Universidad silenciosos unos, taciturnos, irritados otros, estacionaban á cierta distancia ó se volvían á sus casas. El primero con quien se encontró fué Sandoval. En vano le llamó Basilio; parecía que se había vuelto sordo.

Sobre el pequeño cerro que lo domina, en una meseta, está Canzana, lugar de más caserío, rodeado de árboles, mieses, prados y bosques deliciosos. Sólo veían de él las manchas rojas de sus tejados; tanto le guarnecen los emparrados de sus balcones y los frutales de sus huertas.

Hay que figurarse la antigua fábrica de aserrar, con su amplio techo plano, su pesada rueda llena de témpanos, su ancha barraca débilmente iluminada por una hoguera, cuya luz disminuía al acercarse el crepúsculo, y alrededor del fuego gorros de piel, sombreros de fieltro, negros perfiles mirándose unos por encima de otros y apretándose como si formaran una muralla; a lo lejos, en los claros de los bosques y en las anfractuosidades de la cañada, se veían otras hogueras que iluminaban grupos de hombres y mujeres agazapados en la nieve.

10 Y cuando veían que había mucho dinero en el arca, venía el notario del rey y el sumo sacerdote, y contaban el dinero que hallaban en el templo del SE

Palabra del Dia

rigoleto

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