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¡Mira cómo eres! balbuceó Krilov. ¿Por qué tenía aquella cara estúpida? ¿Quién se había atrevido a dársela? Una gruesa lágrima cayó de sus ojos. Apretando los dientes, se afeitó la otra mitad de la barba, y, tras una corta vacilación, se afeitó también el bigote. Mirose de nuevo al espejo. Al día siguiente todos se reirían al verle así. Y, sin embargo, en otro tiempo era muy otra aquella cara.

El propio calor de sus palabras llevó a Maximiliano a una exaltación que parecía insana. No podía estar quieto ni callado. Levantose y fue por los pasillos adelante, hablando solo en baja voz o haciendo gestos. El pasillo estaba oscuro; pero él conocía tan bien todos los rincones, que andaba por ellos sin vacilación ni tropiezo.

Por fortuna, el terror de los defensores no duró más de un segundo; todos comprendieron que a la menor vacilación estaban perdidos. Dos escalas se elevaban en aquel momento por los aires, a pesar del fuego, y venían a apoyar sus garfios en la rampa.

Acepté su oferta sin la menor vacilación y él fue a telegrafiar a su hermana mientras yo preparaba mis efectos para tomar el próximo tren.

Veces pensaba en irse a buscar una cueva entre los montes de los alrededores para imitar la santa vida de los anacoretas; veces en ir a reunirse con Gaspar de Avendaño, el golfín, que tan caballerosamente le ofreciera hacerle su segundo. Estaba resuelto a escoger uno ú otro camino; pero la vacilación era grande.

Se detuvo en su confidencia, sintiendo una última vacilación, y al fin añadió bajando la voz: ¡Los alemanes pagan!... Vamos á proveer de esencia de petróleo á los submarinos que tienen en el Mediterráneo. Contra lo que esperaba Ferragut, su segundo no hizo un gesto de sorpresa. Permaneció impasible, como si esta noticia resultase sin sentido para él.

Me imagino que no recibiría con agrado la visita de cualquiera de esos caballeros escudriñadores de la Scotland Yard contestó el anciano, después de cierta vacilación. Recuerden ustedes que yo no hago ninguna acusación, absolutamente ninguna.

Al concentrar la atención en su primo, volvía á admirar sus manos; aquellas manos únicas, que parecían dotadas de vida y pensamiento aparte; que iban instintivamente, entre el montón de papeles, en línea recta y sin vacilación hacia aquello que deseaba la voluntad. Eran como animales independientes puestos al servicio del cuerpo, pero con fuerza propia para vivir por solas.

Los repetidos disparos de metralla no detenían a los franceses. Brillaban los dorados uniformes de los generales puestos al frente, y tras ellos la hilera de marinos, todos vestidos de azul y con grandes gorras de pelo, avanzaba sin vacilación. De rato en rato, como si una manotada gigantesca arrebatase la mitad de la fila, así desaparecían hombres y hombres.

Cuando el joven se presentó a Ferpierre, éste vio en la palidez de su rostro, en la angustia de su mirada, en la turbación de su actitud, la confirmación evidente de que Vérod debía haber estado vinculado con la difunta por un sentimiento a la par muy fuerte y muy delicado, y en el instante, reconoció en él, sin la menor vacilación, al estudiante del curso de letras, por más largo que fuera ya el tiempo transcurrido desde la época en que ambos eran condiscípulos.