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Esta vacilación hizo que Marta se estremeciera de esperanza y alegría; pero, sin embargo, prosiguió con fingida tristeza: ¿La causa de vuestra influencia sobre la condesa no será acaso de tal naturaleza que no pueda conocerla la mujer a quien habéis ofrecido vuestra mano, y no podría suceder que si yo la descubriese me viera en el caso de rechazar vuestras proposiciones?

Volvió a mirarla el secretario con mayor curiosidad aún, y después de un instante de vacilación, apareciendo en su rostro un esbozo de sonrisa, respondió: Usted comprenderá que la hora no es oportuna... Su Ilustrísima se va a retirar en seguida a descansar... Es urgente y de mucha importancia lo que tengo que comunicarle... dijo precipitadamente.

Clementina pretendía que Osorio le hablase. Este creía que era ella quien debía pedirle cariñosamente una explicación antes de formular ninguna queja. Después de algunos días de vacilación, al fin se decidió la esposa a dirigir algunas palabras a su padre, si bien con cierta indecisión y embarazo, pues conocía bien el carácter de éste y mejor aún el suyo propio.

El terror de la próxima muerte en un patíbulo, los remordimientos, la vergüenza, combaten el alma de Margarita. A todo se sobrepone el amor, apenas vuelve a ver a Fausto. La lucha de sus afectos, su dulzura, el extravío de su razón, la vacilación entre quedar allí para morir, o seguir a su amado y salvar la vida, todo resalta natural, apasionada y divinamente en sus palabras.

El secreto estaba descubierto. Su repentino deseo de venir a Mayvill había sido con el fin de celebrar una entrevista a media noche. Sin un momento de vacilación me puse mi sobretodo, cubrí mi cabeza con un gorro de golf y bajé a la pieza que quedaba debajo de la mía, donde encontré abierta una de las grandes ventanas, y por ella salí rápidamente al enarenado camino.

Y sin vacilación se colgó del cuello la bolsita, con el mismo aire de un soberano que se ciñese la corona del mundo. La suerte acudió en seguida á sonreirle. Triunfaron inesperadamente los «colorados». Ellos, que llevaban hechas tantas revoluciones, volvieron á apoderarse del gobierno del modo más pacífico y prosaico.

Si te parece que voy a sufrir, te equivocas me decía algún tiempo después en uno de esos momentos de breve vacilación en los cuales parecía complacerse en dar a sus palabras una expresión de hostilidad malvada. Si un día llega a amarme, más tarde o más temprano, esto de ahora no es nada. Si no... ¿Si no?... repetí yo.

Yo soy tu padre, Gonzalo, y debo padecer contigo... Además, mi presencia hacía falta... Me han dicho que vas a batirte con ese... ¡con ese pirata! ¿Es verdad? No... por ahora no hay nada respondió el joven con alguna vacilación. ¡No me engañes, Gonzalo! Ese desafío no puede realizarse. Vengo resuelto a impedirlo. No hay nada, tío. Sosiéguese usted. Es inútil que me engañes.

De nuevo una caja ascendente lo llevó más arriba de la superficie del suelo. Abrió una puerta de cristales. Un viejo lacayo con casaca azul, calzón corto y medias blancas se inclinó algo sorprendido al reconocer después de una breve vacilación al príncipe Lubimoff. Estaba en el Sporting-Club. Hacía años que no había entrado allí: desde antes de la guerra.

Por fin, aprovechando un instante de vacilación, antes que de nuevo tomara vuelo y lanzara otra sarta de denuestos, la atajó diciendo: Agradezco a usted mucho, hija mía, el interés que me manifiesta en esta que usted cree injusticia que se me hace, y que no lo es. Yo no he deseado nunca ese cargo ni he hecho nada por merecerlo.