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Tengo yo un ojo... En fin, mucho cuidado». Y tornó a bajar con toda su oficiosidad y diligencia, dispuesto a subir cien veces si fuese menester. Guillermina estuvo aún un ratito en casa de su amigo, el cual no sabía qué hacerse al ver su pobre vivienda honrada con persona tan excelsa. Habría traído de San Ginés, si pudiera, el trono de la Virgen del Rosario, para que se sentara.

Hondos suspiros Ataide exhala, que un imposible su sér abrasa, y al dueño hermoso que así le encanta decir no puede sus tristes ánsias; que ella es orgullo, prodigio y gala de la hermosura, la vírgen lánguida, la de las ricas trenzas doradas, ojos de fuego, frente de nácar, la dulce niña, la altiva dama, Leila la Horra, Leila la Hijara. ¡

Si emprendo la carrera y huyo sin tambores ni trompetas, no obraré con política, aunque , acaso, con prudencia. Pero de este modo quedaría en ridículo ... ¿Qué pensaría de la Virgen del bordado? Me tomaría por un lacayo, por un don Juan de villorrio, que intenta emprender intrigas con las jóvenes por encima de las tapias, y no la volvería á ver! ¡Vamos, pues! Á mal tiempo, buena cara.

No le hubiera hecho gracia a Emma oír que se la comparaba con damas parturientas de sesenta años, y que se citaba, como ejemplo de belleza conservada milagrosamente, a Ninon de Lenclos, de quien nunca había oído ni el nombre la señorita de Silva. ¡Lo que sabía aquella Marta, que fue la que llevó la conversación de la tocología a la estética, para poder ella lucir sus conocimientos sin menoscabo de su decoro y prerrogativas de virgen pudorosa e ignorante en obstetricia!

El cristianismo ha divinizado la virginidad, es cierto. Pero si ha hecho de la virgen la esposa de Dios, no ha querido en modo alguno divinizar a las vírgenes mundanas, a las que uno de vuestros autores de moda llama las «semivírgenesYo tampoco, abuela, hablo de las solteronas que conocemos...

¡Jesús del alma!... ¡Virgen de Regla! exclamó la madre; y clavando su mano en el brazo del cura e hincándole los ojos en la cara, le preguntó con los labios blancos: ¿Y se ha confesado?... ¿Sabe usted si se ha confesado? El cura no respondió, y ella volvió a repetir la pregunta, sacudiéndole el brazo.

De cuantos autores han escrito sobre el amor, sólo a Safo rechaza; de cuantas tierras han sido teatro de aventuras eróticas, sólo muestra horror a Lesbos; de cuantas ciudades fueron en el mundo aniquiladas, sólo le parece justa la destrucción de Sodoma; y es tal y tan ferviente su adoración a la mujer, que, atraído por todas con igual intensidad, aun ignora cuál sea su tipo favorito, si el de la bacante desnuda, voluptuosa y medio ebria, que convirtió en lechos de placer los montones de heno recién segado, o el de la virgen cristiana que entregaba el cuerpo a la voracidad de las bestias antes que acceder a sentirlo profanado por caricias de paganos.

UNA JOVEN. ¡Virgen santa! ¿Usted lo ha visto, quizá? ¡qué dicha! semejante suerte no se ha hecho para gentes como nosotros; durante los tres días que el reo ha pasado en capilla, los buenos puestos delante de la reja no eran más que para las grandes damas. Yo soy, pues, una gran dama, porque yo le he visto como veo la bacía de ese barbero de piernas de garza ¡y por mi patrona!...

Pues que se muere hoy mismo, si es que no ha muerto ya. Y después añadió: Esta noche, Gabriel, tendrás gran iluminación. La Virgen está en el altar mayor, hasta mañana, rodeada de cirios. Calló un momento, como si vacilase. Tal vez añadió baje a hacerte un rato de compañía. Debes aburrirte solo. Espérame.

A través de una antepuerta oyole a veces recitar, con exaltada pasión, endechas religiosas que ardían como llama en su labio; otras, veíale ocupado largo tiempo en copiar los hechos más notables de Jesucristo y de su gloriosa Madre; y observó que siempre trazaba el nombre de Nuestro Salvador con tinta de oro y en caracteres azules el de la Santísima Virgen.