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Actualizado: 28 de junio de 2025
Me ha dado este escapulario para que le hagas el favor de tocarlo á la Virgen. Demetria tomó el rollito de papel donde venía envuelto y lo guardó en su seno.
Versaba sobre la milagrosa aparición de la Virgen en la gruta de Lourdes a los pastorcillos Máximo y Bernardeta; estaba en francés y adornado con grabados.
Esa nación grandiosa que, a porfía, conquista mandos con ardor valiente, también ensalza con fervor creyente, las sublimes grandezas de María. De fervorosa y mística alegría, se ilumina su rostro de repente, y se postra de hinojos, reverente, cuando pasa la virgen por su vida. Y es que en esa nación de maravilla, la lumbre de la fé constante brilla, y hasta en la sangre de sus venas late;
A todo esto, ella me miraba de hito en hito; hasta que, sin llegar yo a decirla cuanto pensaba decir, bañó toda su faz noblota y rozagante en una sonrisa que pudiera llamarse inmensa, si se midieran las sonrisas como las superficies; arrancó hacia mí con ambas manos tendidas, y exclamó cortándome el descosido discurso de repente: ¡Virgen la mi Madre! Usté es el sobrino de don Celso.
Me reí de mi torpeza al observar que en el ángulo mencionado había una imagen de la Virgen, de esas que la devoción de los españoles ha puesto en las antiguas calles.
Lleno de la imagen de la Santa Virgen, sólo piensa en representarla bajo la forma de una estatua, tal cual la contempla su alma; pero no puede lograrlo con sus toscos instrumentos, y llega á ser un objeto de burla de sus compatriotas. La Virgen, por último, para premiar su fe, le envía dos ángeles, que acaban la imagen, y el drama termina con una fiesta en honor de este milagro.
En mis juventudes no nos pagábamos de tales extravagancias; buenos brillantes, bonitas perlas, algún corazón de rubíes.... ¡ah! también usábamos los camafeos; pero era un capricho precioso... se grababa en ellos el retrato de uno mismo... o alguna virgen, algún santo. Reinó breve silencio; las Amézagas no se atrevían a replicar, subyugadas por el señorío de aquella autorizadísima voz.
El Sungay, con sus innumerables precipicios, sus estrechas cortadas revestidas de musgos y helechos, su vegetación virgen, los panoramas que se admiran desde sus pintorescas mesetas, el rumor de arroyos y cascadas que lo salpican, los indescriptibles y misteriosos ruidos que produce el bosque en la hoja que oscila, el ave que cruza, el agua que gime, la guija que rueda, el insecto que zumba y los miles de millones de seres que componen el impenetrable mundo de lo infinitamente pequeño, con sus cantos, su lenguaje y su idioma, tan impenetrable como lo son los profundos misterios de los océanos de luz donde giran las creaciones de lo infinitamente grande, compendian uno de los sitios más bellísimos de la perla del Oriente.
Este falucho dijo acariciándole con una palmada el vientre seco y arenoso es El Socarrao, el barco más valiente y más conocido de cuantos se hacen al mar desde Alicante a Cartagena. ¡Virgen Santísima! ¡El dinero que lleva ganado este condenao! ¡Los duros que han salido de ahí dentro! Lo menos lleva hechos veinte viajes desde Orán a estas costas, y siempre con la panza bien repleta de fardos.
El cocinero no admitía críticas y protestas. Este milagro era innegable. El lo había visto con sus ojos cuando estaban buenos; lo había visto en un cuadro antiguo del monasterio del Puig, y todo aparecía en la tabla con el relieve de la verdad: la galera, el rey, el peixòt, y la Virgen en lo alto dándole la orden.
Palabra del Dia
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