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Actualizado: 24 de junio de 2025
Siempre sensible y feliz en su serenidad inocente, se dejaba llevar por la corriente de una vida sin agitación ni contratiempos. En su sitio propio, para dar paz al ánimo y descanso á la fantasía, vivía sin sentirlo digámoslo así; y si alguna vez la entristecía algún pensamiento, era el pensamiento de volver á la calle de Válgame Dios.
Y ahora, lector, volvemos á bajar la escalerita, llegamos al salón de la escuela, y ... ¡válgame Dios, qué cisco han revuelto aquellos motilones!
Parecíale que alguna persona muy querida, muy querida para él, andaba por allí, resucitada, viviente, envolviéndole en su presencia, calentándole con su aliento. ¿Y quién podía ser esa persona? ¡Válgame Dios! ¡Pues no daba ahora en el dislate de creer que la señora de Moscoso vivía, a pesar de haber leído su esquela de defunción!
La anciana sirviente repuso atontecida: Niña, Dios no tiene la cara fea ni la ropa sucia.... ¿qué disparates cuentas? Y, levantándose, fuese a mirar la imagen sostenida en la rinconera. ¡Ave María! murmuró : vaya un santo...; ¡si parece un «enemigo»!... ¿Y qué sombra le puso así? La de Julio.... ¡Válgame Cristo! Tú vives entre herejes.... ¿Y cuándo dices que fué eso, hijuca? Una noche....
Recuerdo que esa criada me dijo que iba á casarse con un tabernero, y que tendría una tienda. Si esa mujer tiene casa abierta y Clara sabía dónde está esa casa, es seguro, casi seguro que habrá ido allá. Efectivamente dijo Lázaro. Vamos á ver si averiguamos dónde está esa mujer. Salieron y se encaminaron á la calle de Válgame Dios.
García, lleno de sospechas, acomete al invasor disfrazado y lo obliga á descubrirse. Don Mendo lo obedece, y se presenta ante él con su traje de corte y con la banda roja de la orden. El Rey es; ¡válgame el cielo! Y que le conozco sabe; Honor y lealtad, ¿qué haremos? ¿Qué contradicción implica La lealtad con el remedio? ¡Qué propia acción de villano! Temor me tiene ó respeto.
¿Pues no da lástima me decía otro batueco días atrás, ver la confusión de papeles que se cruzan y se atropellan por todas partes en esos países que se llaman cultos? ¡Válgame Dios! ¡Qué flujo de hablar y qué caos de palabras, y qué plaga de papeles, y qué turbión de libros, que ni el entendimiento barrunta cómo hay plumas que los escriban, ni números que los cuenten, ni oficinas que los impriman, ni paciencia que los lea! ¿Y con aquello se han de mantener un sinnúmero de hombres, sin más oficio ni beneficio que el de literatos?
No pudiendo acomodarme a las injustas preferencias del Topero, complacíame algunas veces en ponderarle, trayendo el asunto por los cabellos, las valentías de Chisco y sus prendas de mozo casadero, de las que, a mi modo de ver, debían de estar codiciosas las mejores mozas de Tablanca. ¡Válgame Dios, qué pujar entonces el de Pepazos, qué sudar el de sus carrillos, qué revolcones los suyos sobre el banco, qué bailar entre sus manos aceleradas el de la «zapita», mientras el Topero metía por la almadreña la cara envuelta en humaredas de la pipa de rabo corto que nunca retiraba de su boca!
¡Válgame Dios, hombre! dijo al cabo el ama Teresa, que era quien le besaba . ¡Cómo has embarnecido en estos tres años! Da gloria verte: estás hecho un real mozo. Pero díme, ¿y don Braulio? ¿Viene contigo? ¿Qué ha hecho en el lugar? ¿Por qué no escribe? Beatriz está con el alma en un hilo. Quiero verla. ¿Puedo verla? dijo Paco. Ahora mismo. Entra. ¿Traes noticias de don Braulio? Sí. Pues entra.
Siempre que salía yo con doña Rita, a la iglesia, de paseo, o para ir en casa de alguna amiga, ¡zás! indefectiblemente, como si le evocasen, se mostraba él y casi tropezaba con nosotras. Y me miraba con unos ojos... ¡Válgame el cielo, qué ojos! Pero no se atrevía a hablarme. Jamás le he visto ni en bailes, ni en tertulias, ni en teatros.
Palabra del Dia
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