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Actualizado: 24 de junio de 2025
Dos mil hombres apagaron fuegos aquel día, entre ellos nuestro comandante Ezguerra, y Emparán el del otro barco. Válgame Dios dijo Doña Francisca . Aunque bien empleado les está, por andarse en esos juegos. Si se estuvieran quietecitos en sus casas como Dios manda... Pues la causa de este desastre dijo Don Alonso, que gustaba de interesar a su mujer en tan dramáticos sucesos , fue la siguiente.
¡Se atreve M. Arago á hablar de humanidad! ¡Válgame Dios, y cómo se escribe la historia! En la infinidad de naufragios, en el sinnúmero de siniestros que por su situación ha presenciado Guajan, jamás han dejado sus habitantes y sus Gobernadores, de hacer muchísimo más de lo que dicta la caridad oficial y la reciprocidad del derecho de gentes. Lea M. Arago el naufragio de su compatriota Mme.
Los gateras le seguían, acompañados de algunos más; los serenos le dirigían de lleno la luz de sus linternas, y los transeúntes se paraban mirándole alejarse, seguros de que no era difunto ni estaba desmayado, sino simplemente borracho. Subió la calle de la Montera, y preguntó por la calle de Válgame Dios, porque había resuelto dirigirse á Casa de su tío.
Válgame para disculpa la popularidad que en el siglo más glorioso para España tuvo la tragicomedia tan lindamente reimpresa ahora: popularidad en la que entró por más el valor estético que lo licencioso del asunto.
No sabía lo que pensaba, no podía medir la inmensidad del trastorno que su pariente le exigía, no estaba resuelto sino á echarse en brazos del primero que fuera capaz de consolarle. Llegó por fin, después de preguntar mucho, á la calle de Válgame Dios. Vió el número de la casa, miró á las ventanas del segundo piso y había luz en las habitaciones.
Es un tío lila, ¿sabes?... Se ahoga el infeliz en una tacita de agua. De seguro que ha salido al campo para llorar más á gusto. ¡Para llorar!... ¿Por qué? Porque está celoso de ti. ¡Válgame Dios!... Parece mentira que un buen mozo tenga celos de este pobrecito viejo repuso Velázquez con mal disimulada jactancia. ¡Ya, ya! Es que se fía poco de mi gusto. ¿Tan echao á perder lo tienes?
Hace tiempo que no vengo a tu tertulia, ¿qué quieres? Acaso han sido chocheces, extravagancias de viejo; pero yo había tomado la maña de ir a otra tertulia más modesta y menos elegante que la tuya, y que, sin embargo, lo confieso, tenía para mí singular atractivo. ¡Válgame Dios, señor padre! Lo había oído decir, pero no lo había querido creer hasta que lo oigo de su boca.
¿Te parece que después de lo que has hecho, se puede dormir? ¡Qué conciencias, válgame Dios, qué conciencias estas!... Tú lo negarás ahora... ¿Quién andaba por los pasillos? Claro, el gato. El pobre minino paga todas las culpas. ¿Y tú a qué saliste?, a jugar con el gato, ¿verdad?, justo. ¡Y eso me lo he de tragar yo!
No hay más remedio sino que vas. ¿Dónde vive tu tío? Calle de Válgame Dios. ¡Jesús, qué lejos! No vayas allá ahora. Lázaro tenía un vivo deseo de llegar pronto á casa de su tío: ya se comprenderá por qué. Pero le era humanamente imposible, porque su cariñoso amigo le llevaba casi por fuerza al club. Además, las razones con que disculpaba aquella determinación tenían también algún peso en su mente.
La huerta entera lo sabía. ¡Válgame Dios, y cómo se pierde una casa! ¡Tan bueno que era el pobre tío Barret! ¡Si levantara la cabeza y viese á sus hijas!... Ya sabían en la huerta que el pobre padre había muerto en el presidio de Ceuta hacía dos años; y en cuanto á la madre, la infeliz vieja había acabado de padecer en una cama del Hospital. ¡Las vueltas que da el mundo en diez años! ¿Quién les hubiese dicho á ella y á sus hermanas, acostumbradas á vivir en su casa como reinas, que acabarían de aquel modo? ¡Señor! ¡Señor! ¡Libradnos de una mala persona!...
Palabra del Dia
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