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Actualizado: 14 de octubre de 2025
El padre sentía una satisfacción animal al verle grande, fuerte, atrevido e insolente, haciéndose respetar en cafés y casinos, más aún por sus puños que por la especial inmunidad que da el dinero en las pequeñas poblaciones. ¡Cualquiera se atrevería a burlarse del viejo usurero teniendo a su lado tal hijo!
El ex-alcalde entendía así la libertad; o se perseguía o no se perseguía al clero. Esta persecución y la libertad de comercio era lo esencial. La libertad de comercio para él se reducía a la libertad del interés. Todavía era más usurero que clerófobo. Aunque maldiciente, no solía atreverse a insultar a los curas de tan desfachatada manera, y aquel discurso produjo asombro.
Dijo esta cifra como podía haber dicho cien mil ó cinco mil. Para ella, era lo mismo en este momento. Además, en los últimos días había perdido la noción de los valores. Miguel contestó riendo. ¿Se lo imaginaba, acaso, viniendo al Casino con veinte mil francos en la cartera, lo mismo que un usurero ó un comprador de alhajas? Pide prestado dijo la duquesa . A ti te darán lo que exijas.
Está ahora con los ojos obstinadamente humillados, por no recibir en ellos la imagen del abdomen, rotundo y endemoniadamente evocador, del señor Colignon. Pero, ¡mi Dios! exclama riendo el recién llegado , que ya le será a usté bien difícil olvidar y disimular.... Esta es una sucursal de la Rúa Ruera de otras veces. Belarmino está aquí; Apolonio está aquí; el usurero está aquí; usté está aquí.
Ni educanda encerrada que aguarda el día de salida para ver al primer muchacho que a hurtadillas le oprime la mano, y con quien soñó castamente en el lecho virginal del convento; ni príncipe en vísperas de ser coronado rey; ni miserable usurero a punto de cobrar; ni madre de marino que en la costa espera el navío donde su hijo torna, nadie se impacientó ni desesperó tanto como el pobre don Juan.
Entretanto que esto pasaba, el de la hopa revolvía una al parecer como bolsa que divisó en el suelo, allí en el mismo sitio donde el usurero Antúnez se atrincheró, encorvándose y encogiéndose para no ser salteado por los tropeles del Canique.
¡Tres mil reales! dijo el usurero poniendo la cara de duda reflexiva que para los casos de benevolencia tenía; cara que era ya en él como una fórmula dilatoria, de las que se usan en diplomacia. ¡Tres mil realetes!... Hija de mi alma, mire usted.»
Ahora emplead las súplicas y pedid albricias, comenzando por el más rico y concluyendo por el más dadivoso. El perro, que debía haber un mal espíritu en el cuerpo, así como esto oyó, se puso a los pies de aquel Pero Antúnez, usurero honrado, que, como ya se apuntó, prestaba un celemín, y recogía dos fanegas.
El cual era apreciable persona, sólo que de cortos alcances, con un familión sin fin, y una señora á quien le daba el hipo por lo elegante. Había desempeñado el tal buenos destinos en la Península, y en Ultramar, y lo que trajo de allá, no mucho, porque era hombre de bien, se lo afanó el usurero en menos de un año.
En primer lugar, que un usurero no os daría lo que yo... en segundo lugar, que yo os daré un recibo en regla de esta joya, y yo tengo responsabilidad... todos los vecinos de alrededor, de casa abierta, me fiarán... La verdad del caso es que me ahorro de andar más dijo don Juan ; acepto vuestros tres mil doblones; dadme un recibo de esta alhaja, y yo os daré un recibo de vuestro dinero.
Palabra del Dia
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