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Actualizado: 12 de junio de 2025


Mucho ojo, niña... Se me figura que si tu hermanita no te manda con qué vivir, lo que es con el trapo nuevo te comerás los codos de hambre... ¿Y vienes a sonsacarnos para que seamos tus parroquianos? Chica, por Dios, toca, toca a otra puerta... Tu industria es la ruina de las familias y el noviciado de San Bernardino.

Entonces Miguel ya no fue dueño de , y de improviso, en un momento de silencio, soltó el trapo de la risa, y con él a chorretazos por boca y narices la cucharada de sopa que acababa de tragar. Todos los rostros se volvieron con asombro. ¿De qué te ríes, Miguel? le preguntó su tía. ¡De , recontra, de ! gritó Enrique desesperado.

Siguió adelante hasta llegar cerca de la fiera, y allí desplegó la muleta, dando aún algunos pasos más, como en sus buenos tiempos, hasta colocar el trapo junto al babeante hocico. Un pase; ¡olé!... Un murmullo de satisfacción corrió por los tendidos. El niño de Sevilla volvía por su nombre; tenía vergüenza torera. Iba a hacer alguna de las suyas, como en los mejores tiempos.

Dando trompicones, entró Ido en una de las alcobas, y apoyando la rodilla en el camastro que allí había empezó a dar golpes con el palillo, pronunciando torpemente estas palabras: «Adúlteros, expiad vuestro crimen». Los que desde el corredor le oían, reíanse a todo trapo, y Nicanora arengaba al público diciendo: «pronto se le pasará; cuanto más fuerte, menos le dura».

Setenta y dos días de extrañeza dolorosa al vivir en una casa tranquila, al ver las mismas gentes, al sentir deslizarse la existencia habitual, dulce y tranquila, como si en el mundo no ocurriese nada extraordinario, oyendo en el patio el jugueteo de los sobrinos de su marido y en la calle el canto del vendedor de flores, mientras lejos, muy lejos, en ciudades desconocidas, su Juan, ante millares de ojos, luchaba con fieras, viendo pasar la muerte junto a su pecho a cada movimiento del trapo rojo que llevaba en las manos.

Cuando sobre el espejo de los cielos tendía el Neblí sus blancas alas; cuando la embergadura de sus ligeras arrastraderas reclinaba en sus tomadores; cuando en la fresca ventolina se largaban gabias y velas altas, crugiendo cables, motones y relingas; cuando no quedaba rizo, trapo, ni estay que al viento no diera cara, entonces era de ver al Neblí besar con sus finísimos tajamares el encaje de espuma con que el creador borda el insondable manto de las ondas.

La maldita fragata inglesa nos daba caza, y como era más velera que la nuestra, no pudimos zafarnos y tuvimos también que arriar el trapo a las tres de la tarde, cuando ya nos habían matado mucha gente, y yo estaba medio muerto sobre el sollao porque a una bala le dio la gana de quitarme la pierna.

841 A la viuda, en cuanto pude, un trapo le manotié; busqué la ruda y al pie, puesto en cruz, hice mi rezo; pero, amigos, ni por eso de mis males me curé. 842 Me recetó otra ocasión que comiera abrojo chico; el remedio no me esplico, mas, por desechar el mal, al ñudo en un abrojal a ensangrentarme el hocico.

A veces parece reformada; pero sale, pasa por una tienda, ve cualquier trapo, y adiós mi dinero... pierde el seso, le entra la fiebre... Yo le digo, cuando la veo comprar: «Ya se le saltó a usted un tornillo de la cabeza...» ¡Y si vieras...! Los hijos dan lástima.

Por fortuna don Federico te ha prohibido cantar; y con esto no me mortificarás las orejas. La respuesta de Marisalada fue entonar a trapo tendido una canción. El pueblo andaluz tiene una infinidad de cantos; son estos boleras ya tristes, ya alegres; el olé, el fandango, la caña, tan linda como difícil de cantar, y otras con nombre propio, entre las que sobresale el romance.

Palabra del Dia

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