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Actualizado: 25 de junio de 2025


Toda la noche hemos estado de vuelta y vuelta; la ventolina se cambió en viento duro, y ya le tenemos de mal cuadrante. La voz del capitán interrumpió la conversación. ¡Lista maniobra virar! ¡Levanta muras! ¡Cambia en medio! Estas concisas palabras fueron perfectamente interpretadas por la tripulación, y á nosotros nos pusieron en conocimiento de que navegábamos de vuelta y vuelta.

En fin, tirando el sombrero sobre la nuca, estirando la pierna, empinando el vientre, bostecé formidablemente. Mucho tiempo rodé así por la ciudad, bestializado en un goce de Nabab. Súbitamente, un brusco apetito de gastar, de disipar oro, vino a llenar mi pecho como una ventolina que hincha una vela. ¡Pára, animal! grité al cochero. El coche se paró.

Aquí, si nuestro trabajo no llevara el carácter de un viaje á la ligera, nos detendríamos en muchas páginas; mas, sin embargo, como la rapidez de una banca no es, ni la que da aliento una caldera de vapor, ni una ventolina de empopada, ni aun la pujanza de cuatro hijos de las verdes vegas de la Cartuja, tenemos tiempo de ver y apreciar en el largo espacio que media desde el Trozo hasta que se entra en el caudaloso Pasig.

Cuando no reinaba calma, la ventolina soplaba por la misma proa. ¡Parecía cual si el islote se resistiera á dejarnos libre aquel difícil paso en medio del cual se levanta!

Josefina, al tocar, se cimbreaba levemente, cual si bailase, y Baltasar estudiaba con curiosidad aquellos tempranos coqueteos, inconscientes casi, todavía candorosos, mientras tarareaba a media voz la letra: Cuando en la noche la blanca luna... Diríase que fuera había aplacado la ventolina, pues los goznes de las ventanas ya no gemían, ni temblaban los vidrios.

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