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Actualizado: 26 de mayo de 2025


Luego llenaban sus vientres otra vez con los residuos de la guerra, armas necesitadas de reparación, hombres destrozados, y emprendían su viaje de vuelta. Estos cargamentos, traídos obscura y modestamente á través del mal tiempo y la amenaza submarina, preparaban la victoria.

Espera, arreglaremos esto un poco. Doña Manuela colocó ordenadamente las sillas, avivó la luz de la lámpara y aseguró la falleba del balcón, a través de cuyos vidrios y maderas venían, traídos por el viento impetuoso de la noche, los ruidos de la cercana Plaza Mayor.

Imaginaos una especie de ronda mágica en tres actos y cuyo éxito fuera creciendo de cuadro en cuadro: 1.º Paseo a caballo por la mañana, a las diez, en el Bosque, con dos maravillosos grooms traídos de América; 2.º Paseo a pie, a las seis, en la avenida de las Acacias; 3.º Aparición en la Opera, a eso de las diez, en el palco de madama Norton.

En la manufactura de calzado trabajan varias grandes fábricas en São Paulo y Rio de Janeiro, y recientemente las tenerías de Rio Grande do Sul han producido cueros de buena calidad de muchas clases, haciéndose así la competencia a los traídos del extranjero.

Después, velones, candeleros, palmatorias y candiles, iluminando hasta lo más obscuro y remoto; el cuarto de mi tío, con las seis velas encendidas ya, rechispeando la luz, y el brazado de cirios traídos de la iglesia, ardiendo también al cuidado de los dos hombres encargados de darles a tiempo el destino que tenían; Marmitón encuadrado en la puerta de la cocina y mirando al crucero iluminado, sin atreverse a dar un paso hacia él; Mari Pepa yendo y viniendo por todas partes; su hija dando los últimos toques al cuadro general; Tona sin chistar y pasmadota, cerca de don Pedro Nolasco; Pito Salces y Chisco, en el estragal, con sendos cirios ardiendo, en la mano; mi tío, con los ojos entreabiertos, recostado contra las almohadas y rezando sin cesar; Facia, con su mejor vestido negro y atenta a lo que pudiera necesitar el enfermo, junto a la puerta de su cuarto, de pie, inmóvil y melancólica; la campana de la iglesia tañendo acompasadamente; el silencio casi absoluto en los ámbitos de la casona, y yo, clavado como una estatua en el salón dominando con la vista el aposento de mi tío y hasta el crucero del fondo del pasadizo, observándolo todo, oyéndolo todo, y presa de una emoción que, por lo compleja y extraña, no me podía explicar.

Con estos antecedentes, excuso manifestar á mis lectores que todo empresario de provincias lo primero que pide en el contrato es que los artistas han de ser traídos, llevados comidos y bebidos por cuenta de la principalía. Si esta no tiene la amarga experiencia que da la práctica y cae en tal contrato sin ponerle cortapisas, se ha divertido.

¿No sabe usted que la señora vive mirándose en ellos? continuó quejumbrosamente el mayordomo. ¿Qué le vamos a decir cuando venga? ¡Y cisnes domésticos no hay en venta en Pehuajó ni en ninguna parte por aquí! Estos fueron traídos de Buenos-Aires con gran trabajo... Pero, ¿para qué los ha muerto, si no soy curioso, don Juan? ¿para qué?...

9 Si place al rey, escríbase que sean destruidos; y yo pesaré diez mil talentos de plata en manos de los que manejan la hacienda, para que sean traídos a los tesoros del rey. 10 Entonces el rey quitó su anillo de su mano, y lo dio a Amán hijo de Hamedata agageo, enemigo de los judíos,

Extendíase á la diestra mano una deliciosa huerta plantada de naranjos y limoneros, entre cuyas oscuras y apretadas copas, erguíanse, balanceando sus ligeros penachos, las esbeltas palmeras y los melancólicos cipreses, con mucha copia de otros árboles y arbustos preciosos y raros traidos de allende los mares, entre los que descollaban gigantescos zapotes, plantados á lo largo de la margen del rio, hasta la jurisdicción exenta de San Juan de Acre; y además, mil variadas suertes de odoríferas plantas, que embalsamaban el aire con suavísimos perfumes.

Eran los socorros que llegaban de Valencia; los botes de la Armada, traídos en ferrocarril hasta el límite de la inundación. Iban a llegar a Alcira las autoridades; la presencia de Rafael era indispensable. El mismo Cupido, con repentina gravedad, le aconsejaba salir al encuentro de aquellas barcas. Mientras el barbero recobraba su traje, Rafael se despojó con gran disgusto de su capa de pieles.

Palabra del Dia

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