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Actualizado: 31 de octubre de 2025


¡Caballeros, buenas tardes! Y se echaron los fusiles al hombro, rechazando la amable solicitud de algunos mozos que habían corrido a la taberna para traer unas copas. «Se las ofrecían sin rencor y sin miedo; al fin todos eran unos y vivían en la estrechez de la islaPero los guardias insistieron en su negativa. «Se agradece; lo prohíbe el reglamento.» Y se marcharon, tal vez para emboscarse a corta distancia y repetir el registro al anochecer, cuando la gente volviese dispersa a sus alquerías.

16 También tengo otras ovejas que no son de este corral, aquellas también me conviene traer, y oirán mi voz; y se hará un corral, y habrá un pastor. 17 Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi alma, para volverla a tomar. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.

No satisfecho el gobierno de la capacidad de los hombres de la provincia para desempeñar cargo tan importante, mandó traer de Buenos Aires el año 1815 un sujeto que reuniese, a una instrucción competente, mucha moralidad.

No, mi niño no es un fenómeno; mi niño no es el Anticristo dijo Isidora oprimiendo contra su garganta aquella cabeza, mayor de lo conveniente, pero muy hermosa. Te digo que este chico ha venido al mundo para alguna tremolina. ¿Ves esa cabeza? ¡Pues dentro debe de traer una cosa...! Hija, tu pimpollo es cosa mala. No diga usted disparates.

Algunas mujeres subieron a ver el cadáver de la hija de Maricadalso, cuyo ataúd acababa de traer López. Era una muchacha bonita, cigarrera, con opinión de honrada. Maricadalso subía a su casa, lloraba junto al cuerpo de su hija, bajaba a gritar de nuevo, blasfemando, volvía a subir y a llorar.... Ya no parecía la Muerte sino la Locura cantando a su modo el Dies irae.

Algunas entraban con el besugo cogido por las agallas; otras no habían podido traer más que cascajo. Vio a muchas subir con el jarro de leche de almendras, que les dieran en el café de los Naranjeros, y de casi todas las cocinas salía tufo de fritangas y el campaneo de los almireces.

En su habitación el equipaje en desorden y su viejo sirviente ocupado con los últimos preparativos; en el comedor los hijos de Lola, que no querían acostarse sin despedirse de él. «Tío, tráenos un loro... Tío, una mona... Cuando vuelvas, acuérdate, tío, de traer un negrito...» Y su hermana, que había tomado un aire protector con la emoción de la partida, le sermoneaba maternalmente.

Cada cual se apresura a traer aquí una piedra para contribuir al loco edificio. ¿No oyes ya la confusión de las lenguas? El inglés, el alemán, el español, el italiano, el... ¡Babel la nueva! Empiezan a no entenderse.

No es a los argentinos a quienes hay que recordar los inconvenientes y los peligros de esa coexistencia; ellos saben que basta en esos casos la mala digestión de un gobernador para traer conflictos que pueden poner en cuestión todo lo que hay de más grave, la existencia nacional misma.

Yo iba á casa del duque de Lerma con una carta de la duquesa de Gandía para el duque, que me había dado la condesa de Lemos, con quien tropecé cuando iba al alcázar en busca del cocinero mayor... de modo que, válame Dios y qué rastra suelen traer las cosas; ahora se me ocurre que el buen rey don Felipe el II tiene la culpa de mi encontrón con la condesa de Lemos. ¡Pardiez, no atino!

Palabra del Dia

vengado

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