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Nada más tengo que decir, salvo que es una relación muy poco apetecible. Fue Poldo quien le puso el apodo de «el Ceco». ¿Y el monje que se llama fray Antonio? Jamás he oído hablar de esa persona; nada de él. En la punta de la lengua tuve la pregunta de si tenía un hijo y si su nombre era Herberto, recordando aquella trágica escena nocturna en el parque de la mansión de Mayvill.

Lope de Vega, máximo poeta entonces viviente de la lengua española, no gozó nunca de la protección cortesana; su nombradía era principalmente popular: otros eran los ingenios que vivían y medraban en los salones de Palacio. En setiembre de 1627 apareció la Corona trágica, poema inspirado en la historia de María Estuardo.

Todo lo que podemos desear es que su herida sea larga, que se esconda por mucho tiempo y no la vean nunca las generaciones que guardarán todavía nuestro recuerdo. La guerra Iba ascendiendo don Marcelo por una montaña cubierta de arboleda. El bosque ofrecía una trágica desolación. Se había inmovilizado en él una tempestad muda, fijándolo todo en posiciones violentas, antinaturales.

Aquella mancha, que parece embadurnada con hollejo de uva negra por la mano lúbrica de un sátiro en el delirio bucólico de la vendimia, sugiere una historia trágica de amor, íntima y sellada. La monja debió de haber sido linda, a pesar de la mancha bochornosa, y todavía más que linda, a causa de la mancha, para un espíritu apasionado y propenso a las emociones dramáticas, como es el de Apolonio.

Y enmudecieron los metales, y presto volvió a alzarse su formidable acento, entonando la trágica Marsellesa. Impensadamente se abrieron las ventanas del Círculo, y fue como si la sala llena de claridad, de gente y de tumulto, se viniese a meter entre los espectadores.

VERÓNICA. Escucha, todos se han ido ya; me da vergüenza estar aquí sola. ¡Vamos! PABLO EMILIO. No sois vos. VERÓNICA. ¿No te digo que soy yo? ¡Caramba! Mi marido repite desde hace treinta años que no soy yo. ¡Y ahora éste también! ¡Dame la mano! Un cuadro extremadamente triste, que idea de la situación trágica de los maridos despojados.

Entonces la miró con fijeza; después, besándola, la empujó suavemente hacia su madre. Como si hubiese leído alguna trágica amenaza en el fondo de aquellos ojos que no cambiaron de expresión para los demás asistentes, Raquel retrocedió, ahogando un grito. ¡Qué nervios tiene esa chica! dijo alguien en voz baja.

Cambiaba de vestido en un departamento de primera, ante las miradas de los pasajeros, satisfechos de ir con una celebridad, y pasaba la noche encogido sobre los almohadones, mientras los compañeros de viaje apelotonábanse para dejarle el mayor espacio posible. Todos le respetaban, pensando que al día siguiente iba a proporcionarles el placer de una emoción trágica sin peligro para ellos.

Me dieron ganas de morir, un deseo vago y dulce de morir, que entonces, como ahora, surge en mi corazón, no solamente en momentos de angustia, sino también cuando me considero feliz: grata inclinación al suicidio, en la cual no he parado mientes hasta después de cumplir los treinta años, y, que, como digo para , riendo tristemente, es la nota trágica de mi carácter, de este carácter mío, llevadero, resignado, benévolo y complaciente.

Para Apolonio, algunas disputas humanas han sido hostigadas por misteriosa intromisión divina; son aquellas disputas merecedoras de la dignidad dramática y trágica.