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Actualizado: 10 de mayo de 2025


Amanecía una mañana imponente, con un temporal deshecho. El viento mugía en las calles. Las mujeres y chicos de los pescadores que habían salido al mar estaban en el Rompeolas y en el muelle contemplando el horizonte en actitud de trágica desesperación. Recorrí el muelle luchando con las ráfagas de aire y subí al cobertizo del atalayero en el Rompeolas.

Esta ilusión, que era entonces común en las turbas infantiles, a pesar de la reciente trágica muerte del héroe, se va extinguiendo ya conforme se desvanece aquella enérgica figura.

¡Ah, señor! prosiguió el segundón la postre no os sabrá tan dulce como esperáis, ¡No! ¡No! gritó bruscamente, golpeando con el tacón en el suelo y dando dos alaridos que resonaron de trágica manera, semejantes a la voz de un demente. Una de sus calzas se desató, dejando desnuda su pierna muy blanca y vellosa.

Salió precipitadamente del comedor donde se hallaba con Clara y su niño. Al ver a Barragán su faz se obscureció y dirigiéndose a él con paso un poco teatral y apretándole la muñeca le dijo al oído en voz baja pero con vehemencia trágica: ¡Los he visto ya! ¿Los ha visto usted? preguntó Barragán abriendo los ojos hasta querer salírsele de las órbitas. ¡, hoy mismo he visto a los traidores!

El capote de soldado que le cubre parece aumentar la expresión trágica de aquella figura gigante y mendiga. Don Pedrito retrocede estremecido, y arroja el bordón lejos de . Detrás del pobre está la sombra de Doña María. ¡Ten tu cruz, hermano! Gracias, noble señor. ¿ no sabes dónde hallaré yo la mía?

Y con la suavidad del mar en la playa, contrasta la violencia de las olas en la punta del Faro, hacia el lado del Izarra, en los arrecifes de Frayburu. En pocas partes la conjunción del mar y de las rocas se verifica de una manera tan violenta, tan tumultuosa, tan trágica como en esos peñascales del Izarra, dominados por ese islote negruzco llamado Frayburu.

Se paró delante de , resaltando aún más su hermosa y trágica presencia, con su pequeña y blanca mano nerviosamente apoyada en el respaldo de una de las doradas sillas del salón, como buscando sostén en medio de su dolor. ¡Lo ! exclamó con voz cortada, cosa desconocida en ella, y sus ojos fijos en . para qué ha venido a verme, señor Greenwood.

Aquella señora tenía una habilidad de juez para extraer las palabras. En la noche, á la hora de la cena, la madre apenas abrió la boca. Sus dedos comunicaron un temblor nervioso á los platos y los tenedores. Miraba á su hijo con trágica conmiseración, como si presintiese enormes desgracias que iban á desplomarse sobre su cabeza.

Nada más contrario a la verdadera poesía que el hambriento, el mendigo, el tísico o el jorobado. Estas son impurezas de lo real, que ni en la poesía trágica ni en la cómica pueden hallar consuelo. Búsquese el consuelo en la caridad, y el remedio en la ciencia, hasta donde fuere posible.

Hubo una serie sucesiva de años en que toda aquella historia tuvo una trágica monotonía desesperante: degüellos de poblaciones enteras, incendios y saqueos de ciudades, exterminio de sus habitantes sin perdón ni aun para niños ni ancianos, lucha incesante de los pueblos entre y contra los invasores comunes; tales son las simétricas y feroces alternativas de aquella historia.

Palabra del Dia

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