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Actualizado: 22 de julio de 2025
Tráeme el gorro y no tomes ese aire desesperado... Vamos, ven acá... Algo hay de bueno, después de todo, en esa cabecita. ¿Dices que temías, hablando, ceder a algún deseo secreto? ¿Es ese tu pensamiento? Responde... ¿Es que amas a Máximo? Yo estaba como una acusada, con la cabeza baja, y no tenía valor para responder. Mi padre continuó: Lo sospechaba... lo amas. ¿Dónde está el mal?
Hoy hacen la... no me acuerdo cómo se llama; es una ópera nueva, muy buena, lo leí en el cartel al volver de misa, en la esquina del Ayuntamiento. Corre, vete por eso; oye, tráeme aquel alfiler del pelo, el de cabeza de dublé, que te costó dos reales. Ninguno de esos tipos está en casa.... Vamos a correrla todos.... Conque... ¡andando!
Hazla amueblar, y luego tráeme la llave y las señas de la casa. Muy bien, señor. A la noche, á las doce en punto, el duque de Osuna llegó á la calleja á donde daba la parte posterior de la casa de la duquesa de Gandía.
Cuando son malas no: me parecen vasos japoneses llenos de fango; pero mientras son buenas, no te rías, me parece, cuando estoy delante de ellas, que soy un monaguillo y que le estoy alzando la cogulla, como en la misa, a un sacerdote. Vamos, tráeme a Sol; ¿pero es de veras que Juan no viene hoy?». ¡Es de veras! Sí, sí; ahora mismo voy, y te traigo a Sol.
Sánchez Morueta, después de una hora de incesantes paseos, se dejó caer en uno de los sillones ingleses, anchos y profundos, tocando antes un botón eléctrico. Entró un ordenanza con aire azorado. Tráeme un café.... pero bien fuerte.
Anda, anda; tú, corre y tráeme a D. Basilio. Bonis no discutió. Peor era meneallo; podían salir los polvos de arroz por cualquier lado. Se volvió a su cuarto; se lavó y vistió de prisa y se echó a la calle, ya un poco más valiente, gracias al chorro de agua fría con que se había regado el cogote.
Rumalda dijo Tablas mirando a la cojuela que acababa de subir después de cerrada la tienda ; baja y tráeme tabaco. Romualda bajó, y sus pasos lentos y fatigados resonaron por largo rato en la escalera. Después Tablas siguió enumerando muertos y enfermos, y volvió a limpiarse el sudor. El calor era sofocante.
Desde entonces conocí que el heroísmo es casi siempre una forma del pundonor. Marcial y otros me miraban: era preciso que me hiciera digno de fijar su atención. «¡Ah! decía yo para mí con orgullo . Si mi amita pudiera verme ahora... ¡Qué valiente estoy disparando cañonazos como un hombre!... Lo menos habré mandado al otro mundo dos docenas de ingleses». Gabriel, tráeme agua».
Por vida del Padre Eterno, respondió el otro, yo soy marinero, y nacido en Batavia; quatro veces he pisado el crucifixo en quatro viages que tengo hechos al Japon. Pues no vienes mal ahora con tu razon universal. Candido, que la caida de unas piedras habia herido, tendido en el suelo en mitad de la calle, y cubierto de ruinas, clamaba á Panglós: ¡Ay! tráeme un poco de vino y aceyte, que me muero.
No sé dónde se ha metido mi primo el viento, que es quien siempre me socorre en estos lances. Tráeme unas pajitas para reanimarme.» «¿Qué tengo yo que ver con la jura del rey? le contestó el pollito . Revienta si te da gana, que maldita la falta que me haces.» «¿Quién sabe si te haré falta algún día? repuso la chispa . Nadie puede decir de este agua no beberé.»
Palabra del Dia
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