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Actualizado: 14 de julio de 2025
Aquí, en estos talleres, estaban la riqueza y la honra de Valencia; aquí trabajaban los velluters, aquella gente que por su tonillo docto era el prototipo de la pedantería, pero que resultaba respetable por ser la fiel guardadora de las costumbres tradicionales, la sostenedora de ese carácter valenciano, sobrio, alegre y dicharachero, que casi ha desaparecido. ¡Qué hombres aquéllos!
Vaya usted con Dios, amigo le oí decir con un tonillo tan impertinente que me apeteció volverme y darle una bofetada. La vista de la hermana y su encantadora charla hízome olvidar pronto aquel momentáneo disgusto, si bien no pudo apagar por completo la excitación que me había producido.
Quería evitar esa palabra ... pero, en efecto, es la más exacta. Hablaba Osorio en un tonillo impertinente y protector que estaba desgarrando por varios sitios la soberbia de su esposa. Desde las feroces reyertas que habían producido su separación debajo del mismo techo, no habían tenido una entrevista de tal especie como la presente.
Llamo a un jardinero, le encargo un ramillete, y... ¡listo! De noche me quedaba en casa, conversando con la enferma o charlando con Angelina. Ella y tía Pepa hacían sus flores, y yo hojeaba un libro o leía para mí. ¡Lea usted en voz alta! solía decirme la doncella. Lea usted algo bonito.... ¿La vida del santo del día? ¡No! contestaba en tonillo suplicatorio, haciéndome un mohín de niña mimada.
Bien. ¿Está usted dispuesta a ponerse bajo mi dirección y a hacer todo lo que yo le mande? propuso el cura con la hinchazón de vanidad que le daba aquel papel sublime de lañador de almas cascadas. Sí señor. ¿Y cómo estamos de doctrina cristiana? Dijo esto con un tonillo de superioridad impertinente, lo mismo que dicen algunos médicos: «a ver la lengua».
Volvió la cara para no verla, para no ver las lágrimas gruesas que corrían por las mejillas de Isidora, lava de su orgullo que como ardiente volcán bramaba en su pecho. Sin decir nada, vistiose ella. Botín tomó entonces un tonillo conciliatorio. No era todo lo fiera que es necesario ser para habitar en medio de los bosques. Tenía algo de hombre, si bien nada de caballero.
Estas palabras fueron dichas con sencillez y dulzura. Eran una de sus mejores y más estudiadas recetas, y tenía para ello un tonillo de convicción que hacía efecto grande en las inexpertas personas a quienes se dirigían. En Fortunata fue tan grande el efecto, que casi casi se le saltaron las lágrimas.
Bebió ésta, bebieron sus hijos; y como al llegar á la mitad del corro faltase líquido, la escanciadora se retiró al centro de la sala, y exclamó en el tonillo de rigor: Á rial, para los dolientes. ¡Para un rayo que te parta! gritó la mujer que antes había reñido con ella. ¿Adonde se han dío dos azumbres de aguardiente que debía haber en la jarra?
Al mismo tiempo me clavaba una mirada risueña, donde quise leer cierta burla despreciativa. ¿Usté también habrá venido a sus negocios? Sí, señor, aquí me ha traído un asunto que, por fortuna, ya tengo casi arreglado respondí con tonillo impertinente, contestando a su mirada burlona con otra de desafío. El amor propio herido hizo despertar la cólera en mi pecho.
¿Qué es lo que hay para todas, don Pablo? preguntó Valentina con tonillo irónico. Flores, criatura.
Palabra del Dia
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