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Actualizado: 14 de junio de 2025


Acosó a Nieves a preguntas sobre una multitud de cosas traídas por los cabellos, y las respuestas fueron siempre al caso; pero... pero aquel tonillo de voz, aquel reír a veces sin venir a pelo, o aquella seriedad marmórea cuando estaba indicada la risa... Nada resultaba natural; todo, todo era pegadizo y contrahecho allí... Nieves no había sido nunca aquello.

Es verdad, vos lo sabéis todo. Señor... ¿Pero á que no acertáis cuál era la extraña pretensión del duque? Tembló interiormente Lerma, porque el rey usaba cierto tonillo acre que no acostumbraba mucho á usar. Lo ignoro, señor. Ya sabía yo que lo ignoraríais. Vuestro hijo se me quejaba de injusticias.

Contaba un amigo mío, marino, que cuando estuvo en ciertas ciudades de América, era muy mozo, y pretendía a las damas con sobrada precipitación, y que ellas le decían con un tonillo lánguido americano: ¡Apenas llega y ya quiere!... ¡Haga méritos si puede! . Si esto pudieron decir aquellas señoras, ¿qué no dirá el cielo a los audaces que pretenden escalarle sin méritos y en un abrir y cerrar de ojos?

Cuando en el día va á Villabermeja un cura forastero, tiene que aprender el tonillo. En este tonillo fué el padre Jacinto un dechado de perfección, que nadie ha superado hasta ahora. Al oirle, aunque sea reminiscencia gentílica, dicen que se comprendía cómo Cayo Graco se hacía acompañar por un flautista cuando pronunciaba en el Foro sus más apasionadas arengas.

Eso de la gana te lo guardas para ti exclamó doña Anuncia, puesta en pie otra vez, y dejando caer el Werther al suelo. Eres muy orgullosa añadió. Déjala; el que no se consuela.... Tienes razón; están verdes. Pero lo que importa es que no olvides lo que te digo. Es necesario que dejes antes de entrar en casa de la marquesa ese aire displicente y ese tonillo seco, porque es una impertinencia.

Aurora, al verla, se quedó tan inmutada, que no supo ni qué decir ni qué cara poner. «¡Ah!... , Fortunata... ¡Cuánto tiempo...!». De improviso tomó un tonillo de sequedad. «Dispensa... Estoy ocupada. Si quisieras volver a otra hora...». Pero al instante cambió de registro. «¡Qué cara te vendes! ¿Has estado mala?».

¿Qué decía usted tía Rosenda? respondió aquélla volviéndose con la presteza que la caracterizaba. Digo que es gusto ver cómo las zagalillas que se parecen se juntan y se quieren. ¿Y en qué nos parecemos, tía Rosenda? preguntó Flora con tonillo sarcástico. ¡Anda! Si no os parecéis en la cara, os parecéis en la historia.

De perdonarle a él, tenían que perdonar al otro también... y eso no podía ser... Así que ya deben contarse entre los difuntos... El Rey no lo hace casi nunca de por y sin consultar a los menistros... Eso lo yo bien, caballero, lo yo bien. Pues yo me alegraría mucho de que los perdonasen dije con cierto tonillo irritado para protestar del afán de cadalso que adivinaba en aquel hombre.

Uno de los más chiflados de la escuela se esforzaba en convencer a Rubín, tomando ese tonillo de unción y ese amaneramiento de cuello torcido y ojos bajos en que cae todo propagandista de doctrina religiosa, cualquiera que sea. Feijoo aparentaba creer, por darles cuerda y oírles desatinar.

Uno de ellos, el P. Melchor, se atrevió a decir con sonrisita de suficiencia: Señora, permítame usted que no reconozca talento en quien no admite las verdades de nuestra santa religión. A lo menos fue el primero en su cátedra y pasaba entre sus profesores por un chico despejado. Y lo será, señora, dijo el P. Gil, a quien el tonillo agresivo de su compañero había disgustado.

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