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Actualizado: 7 de junio de 2025
En un instante se formó círculo en torno del joven, quien se apresuraba a contestar con efusión a los plácemes, abrazos y apretones de manos que de todos sitios le venían. Los marineros, las mujeres del pueblo tomaban parte en aquellas manifestaciones de cariño lo mismo que los señores. No se oían más que exclamaciones de admiración y alegría.
Se representaron varias historias del antiguo y del nuevo Testamento, la pasión de Jesucristo y otras muchas, el Paraíso y el Infierno, todo dispuesto con admirable artificio, con innumerables máquinas de papel construídas con tanto arte, que se engañaban los espectadores, y las tomaban por verdaderas bombardas. El Paraíso y los ángeles, que en él había, peleaban contra el Infierno.
La gloria de cargar sobre la infantería francesa perteneció tan sólo a las primeras filas, aunque no les duró mucho el regocijo, porque los enemigos, convencidos ya de que no tenían fuerza bastante para hacernos frente, tomaban a toda prisa el camino de Bailén.
A él no le extrañaba que el ejército de la miseria, en sus protestas y rebeldías, se dirigiese contra los sacerdotes ignacianos, á pesar de que éstos no tomaban parte directa en las empresas industriales. Eran los directores y los educadores de los ricos. Ellos daban forma á la clase superior; la moldeaban á su gusto. Los tiros de los desesperados, no iban, pues, mal dirigidos.
Daniel Spitz había sufrido ya la amputación de dos dedos y se hallaba sentado detrás de la estufa, con la mano envuelta en unos trapos blancos. Los hombres que se habían apostado, desde antes del amanecer, detrás de los parapetos, como no habían comido, tomaban un bocado y bebían un poco de vino, mientras gritaban, gesticulaban y enaltecían a boca llena sus acciones.
Para persuadirse de lo infundado de esta afirmación, basta considerar que entre los miles de lienzos del siglo XVII, que se conservan en España, son poquísimos los que representan episodios históricos o escenas de costumbres, y en cambio es incalculable el número de los inspirados en el Viejo o el Nuevo Testamento, y en las vidas de los santos: hasta los floreros se solían disponer de modo que sirvieran de marco a alguna imagen sagrada: retratos se hicieron en abundancia, pues siempre sobra lo que radica en la vanidad humana, y no escasean los bodegones, porque muchos artistas tomaban este género por vía de estudio: de lo que apenas hay rastro, es de la pintura que pudiéramos decir doméstica y familiar.
Parecía más bien un espíritu aéreo que, después de haberse divertido con sus juegos fantásticos en el suelo de la cabaña, desaparecería en los aires con una sonrisa burlona. Siempre que sus ojos profundamente negros y brillantes tomaban esa expresión, la niña semejaba á un sér intangible de indefinible extrañeza.
Ojeda adivinó por esta señal que era Nélida. Ella le miró sonriente, con la misma sonrisa que dedicaba a todos los hombres. Por primera vez se fijaba en él. Fernando la vio más alta, más joven que Teri, pero con un aspecto vulgar y atrevido que le fue antipático. Sólo sus ojos de pupilas de ámbar, que tomaban con la luz un reflejo de oro, le recordaron ¡ay! los otros.
Veremos mañana». El 23, D. José y D.ª Laura tomaban un berrinche porque no les había caído la lotería, fenómeno extraño que todos los años se reproducía infaliblemente. Concluían ambos por exclamar con cristiana paciencia: «Otro año será».
Y al teatro se iba y vagaba como una sombra espectral del escenario a las butacas y desde aquí a las galerías meditando el efecto que harían tales versos oídos desde lo alto y desde lo bajo, cómo resultarían los apóstrofes y los apartes. Pero hay que decir que aquellos malditos cómicos le llenaban de indignación y excitaban su bilis de un modo alarmante. No tomaban en serio el ensayo de la obra.
Palabra del Dia
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