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Actualizado: 10 de junio de 2025


Su tía estaba sentada en un gran sillón de brazos, en un rincón de la terraza donde los rayos del sol, débilmente atenuados por algunos macizos de lilas, producían un agradable calor. Al verme ha querido levantarse, pero yo he corrido hacia ella para impedirlo.

Luego, al reanudarse los juegos en la terraza del fumadero, la alemana lo encontró a corta distancia; pero fingía no verla, apartando los ojos cada vez que los suyos iban hacia él. «¡Dios mío! ¡y era posible que sus amores terminasen así!...» Hubo de hacer esfuerzos para no llorar... ¡Y todo por las negativas de ella, por la terquedad infantil de él, que ansiaba su posesión como si pidiese un juguete!...

María Teresa pensó que Juan se alegraría de la prueba de amistad que le daba saliendo a su encuentro. Vería, pues, su semblante leal iluminarse con la sonrisa dulce y feliz que tenía siempre cuando la veía. Después de haber cortado algunas flores en el jardín que rodeaba la casa, se sentó ante la balaustrada de la terraza, puso el ramo a su lado y esperó.

Tuvo que descansar en Marsella varias semanas mientras reparaban las averías del vapor. Como Tòni carecía de ocupación durante esta inmovilidad forzosa, le acompañó muchas veces en sus paseos. Gustaban de sentarse en la terraza de un café de la Cannebière para comentar las diferencias pintorescas de la muchedumbre cosmopolita. Mira: gentes de nuestro país dijo el capitán una tarde.

Recorrían entonces las grandes avenidas del parque y como el camino no era ya tan llano como antes creyó deber suyo ofrecer cortésmente su brazo a la señora Liénard; ésta lo aceptó sin cumplidos y así siguieron paseando hasta que la campana les avisó la hora de la comida; volvieron hacia la terraza y allí encontraron a Simón Princetot aguardándoles.

Estaremos mejor al aire libre, contemplando el golfo... ¡Venga y no sea niño!... Todo está olvidado. Usted no tiene la culpa. El viejo camarero, que volvía con manteles y platos, no hizo el menor gesto al ver á la pareja instalada en la terraza. Estaba acostumbrado á estas sorpresas.

Digo, gentleman, que me deje aquí, en esa terraza. Dentro de una hora vuelva á tomarme. Mientras tanto, puede usted descansar sentándose en cualquiera de los pabellones anexos á la Universidad. No tema, son fuertes y soportarán bien su peso.

Despidiéronse al cabo protector y protegido, y aquel, para lanzar al público sin pérdida de tiempo la noticia, corrió a ponerse, desde luego, de punta en blanco para sus nocturnas correrías, y bajar de seguida a la terraza del hotel, donde toda la colonia española esperaba, como siempre, la llegada del correo.

Se estrecharon ceremoniosamente. Subiendo a la silla de manos don Alonso, dirigiose a su morada, resuelto a favorecer la alianza de su hija Beatriz con aquel mancebo en cuya frente altanera había creído leer el horóscopo de los grandes honores. La escena de la terraza y el reciente discurso del padre de Beatriz desgarraron para Ramiro el hechizo amoroso en que estaba viviendo.

Todos parecían de la misma opinión, excepto Hullin, que, sin hacer ninguna observación, bajó a la terraza, donde se encontraban los demás guerrilleros. Hijos míos dijo , el enemigo nos envía un parlamentario. No sabemos lo que quiere, aunque supongo que será una intimación para deponer las armas; pero también puede ser otra cosa.

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