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Actualizado: 10 de junio de 2025


No el tiempo que trascurrió entre aquel segundo quisiera y un discreto golpecito que me dio doña Cándida en la rodilla... «¿Está usted distraídome dijo. No, no, quia, señora... estaba oyendo a don Manuel, que... Si D. Manuel ha salido a la terraza. Es Serafinita de Lantigua que cuenta la muerte de su marido. Estoy horripilada... ¡Ah!, yo también... horripiladísimo.

Cuando tomaba asiento en la terraza de un café del Borne formábase en torno de él un apretado círculo de oyentes, que sonreían ante sus ademanes enérgicos y su voz ruidosa, incapaz de sonar en tono discreto. Yo soy chueta, ¿y qué?... ¡Judío de lo más judío!

Estando en la terraza de un café compró un diario, y antes de abrirlo presintió que este papel recién impreso guardaba algo que podía sorprenderle. Tuvo el obscuro aviso de que iba á conocer cosas hasta entonces envueltas en el misterio... Y en el mismo instante sus ojos tropezaron con un título de la primera página: «Suicidio de un banquero

Y así, Azorín y Sarrió, sin admiradores molestos, dan unas vueltas por una plaza, husmean las tiendas, compran unos periódicos, y acaban por sentarse en la terraza de un restaurant, bajo el cielo azul, frente al mar ancho.

Algunas tardes, cuando Pez y Rosalía no podían salir a la terraza a causa del mal tiempo, los tres tertuliaban en Gasparini. Tenían que oír los elogios que D. Manuel hacía de la estupenda obra de su amigo.

Tan sólo al salir de la calle Real asomó curiosamente la cabeza, y sus ojos buscaron a lo lejos la famosa terraza del Petit-Club, más familiarmente Baby, que domina toda la Plaza de la Concordia y es punto de reunión y observatorio predilecto de la haute gomme parisiense.

Era dueño de buque, y temieron perder su cooperación cuando escaseaban tanto los medios de transporte. Además, el Mare nostrum, por su velocidad, merecía ser empleado aparte, en servicios extraordinarios y rápidos. Quedó en Marsella unas semanas esperando un cargamento de obuses, y callejeó como siempre por la capital mediterránea. Las tardes las pasaba en la terraza de un café de la Cannebière.

Si el exterior del Palacio carece de mérito, en el interior el interes comienza desde que se entra en el extenso patio claustrado, que domina una terraza en circunferencia, con balaustradas de piedra, como todo el edificio, y una serie de grandes grupos y altos relieves representando multitud de pasajes históricos, al aire libre y la intemperie.

Y ese obstáculo me dijo con picaresca sonrisa, lo ha suprimido Vuestra Majestad. Llevaré gustosa estas flores a la Princesa. ¿Quiere Vuestra Majestad que le diga lo primero que Su Alteza hará con ellas? Nos hallábamos en una amplia terraza inmediata al palacio. ¡Señora! llamó alegremente la Condesa, y a su vez apareció Flavia en uno de los abiertos balcones del primer piso.

Miróle el tío Frasquito extrañado, y la curiosidad, que es la fuerza de resistencia más sufrida que se conoce, le clavó en el asiento... Quizá iba a despejar la X misteriosa que se debatía aquella misma tarde en la terraza del Grand Hôtel, la incógnita que representaba la presencia intempestiva de Jacobo en París, abandonando su Embajada de Constantinopla.

Palabra del Dia

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