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Actualizado: 18 de octubre de 2025
Pero Perla, que era una niña intrépida, después de fruncir el entrecejo, de golpear el suelo con el piececito y de apretar el puño con diversos gestos amenazadores, se lanzó de repente contra el grupo de sus enemigos y los puso á todos en fuga. Al mismo tiempo chilló y gritó con violencia tal, que el corazón de los fugitivos tembló de espanto.
Y el Océano que dócil a él va y viene sin cesar desde el principio del mundo, se encendió en pura llama, tembló su vasto seno inflamado, y arrojó sus aguas a las peñas de Santa María como enormes capas de mercurio que al retirarse se sobreponían a otras y se fundían con ellas. Reinaba silencio sublime, un recogimiento de suavidad inefable en aquella escena tan vieja y tan nueva a la vez.
Y otra hermosura de la Ilíada es el modo de decir las cosas, sin esas palabras fanfarronas que los poetas usan porque les suenan bien; sino con palabras muy pocas y fuertes, como cuando Júpiter consintió en que los griegos perdieran algunas batallas, hasta que se arrepintiesen de la ofensa que le habían hecho a Aquiles, y «cuando dijo que sí, tembló el Olimpo». No busca Homero las comparaciones en las cosas que no se ven, sino en las que se ven: de modo que lo que él cuenta no se olvida, porque es como si se lo hubiera tenido delante de los ojos.
Tembló toda. ¿Entra? ¿Sale? ¡Juan! ¡allí Juan! ¡Juan así! Se clavó los dientes en el labio, y los dejó clavados en él. Volvió la espalda, se entró por el corredor que iba a su habitación; a Sol que fue corriendo detrás de ella: «¡Vete! ¡vete!», y entró en su cuarto, cerrando tras de sí con llave la puerta.
Y dicho esto, miró a Marta de reojo con expresión un tanto cómica. Me pareció que ella se ponía más pálida que de costumbre y la taza que tenía en la mano tembló perceptiblemente. ¿Esa ave ha venido ya alguna vez? preguntó lentamente y en voz baja, sin alzar los ojos. ¡Vaya si ha venido! dijo papá sin dejar de reírse. Entonces, es... Roberto Hellinger dijo.
Hace más de dos meses que no baja a la catedral ni le ven los canónigos. La última vez que una comisión de éstos fue a palacio, la servidumbre tembló.
Tembló la puerta con un rudo tirón que hizo abrir sus dos hojas á la vez, sacando el pestillo de la cerradura. La mujer, tenaz en sus deseos, se levantó prontamente, sin reparar en el dolor de la caída. Su ligereza sólo le pudo servir para ver cómo escapaba Ferragut después de recoger maquinalmente su sombrero. ¡Ulises!... ¡Ulises!...
Clara tembló, porque creía que la devota la iba á reprender duramente, como de costumbre, por su equivocación, pero ¿cuál fué su asombro al ver que la santa desplegó suavemente los labios, se sonrió con una expansión inefable, que nadie, absolutamente nadie, había observado jamás en aquella casa, y acabó por reír con franqueza y desahogo, cosa fenomenal y nunca vista en tan ejemplar mujer?
Sacó el joven el estuche, y del estuche la sortija. Entonces pasó por la vieja una cosa extraña. Se estremeció, tembló, y su pequeño ojo bizco y colorado, se puso á bailar mirando la sortija. Rica es, en efecto; pero me parece que pedís mucho: en fin, lo que yo puedo hacer es enviaros... mejor... mi marido os acompañará. Melchor, lleva á ese caballero á casa del señor Gabriel Cornejo.
Allí, en Luzmela, todo era paz y amor pensaba la niña soñadora , así como aquí, en Rucanto, todo es odio y venganza. Y tembló la pobre. Prestó oído atento.... ¿Reñían?... ¿La llamaban?... No; estaba muda la casona; Carmen podía seguir soñando. Soñaba con la mirada desvaída y los labios entreabiertos..., estremecida de frío..., con las mejillas húmedas de llanto.
Palabra del Dia
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