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Actualizado: 18 de octubre de 2025
Al verlas doña Juana, tembló, palideció. ¿Quién os ha dado esto? le dijo. Un hombre á quien no conozco, que me ha encargado de hacer devolución de ello á vuecencia. Pero su nombre... No le conozco, señora. Os haré prender. ¡Ah, señora! eso sería muy injusto.
Al pensar en D. Juan tembló de frío, porque se acordó de que los siete mil reales de la restitución providencial habían ido evaporándose, hasta quedar reducidos, en el día de la fecha, a dos mil.
Dijo la palabra insultante, pero apenas si se oyó. Fermín abalanzose a él con tal ímpetu, que rodaron las sillas y tembló la mesa, deslizándose con el empujón hasta la pared. Llevaba en una mano la navaja de Rafael, el arma que había olvidado dos días antes el aperador en aquel mismo colmado.
Le tembló la mano á causa de tales emociones, y Ra-Ra tuvo que apretar sus piernas sobre el dedo que le servía de asiento y agarrarse á él para no caer. Como Gillespie deseaba olvidar su propia situación, siguió haciendo preguntas para conocer toda la historia del pigmeo.
La torre tembló y quedó cuarteada, amenazando desplomarse de un momento á otro. Los sitiados, pálidos y mudos de terror, se asieron al parapeto y contemplaron los estragos de la explosión.
En ese momento se abrió la puerta del salón y Juan entró. Bruscamente, tuvo bajo sus ojos este grupo: María Teresa, al lado de su prometido, sentados en un sillón, e inclinada hacia él, en tanto que Huberto estrechaba en su mano la mano de la joven. El pobre Juan tembló, pero por un esfuerzo de voluntad se dominó; ¿no era aquél un espectáculo al que debía habituarse?
Doña Clara no palideció ni tembló; pero sus ojos inmóviles, incontrastables, absorbieron toda entera la mirada calenturienta del bufón, con toda la expresión funesta de odio, de desesperación, de horrible alegría. ¿Qué decís? dijo marcando fuertemente su pregunta doña Clara. Digo que sois viuda.
Y tembló: formidable en su memoria se alzó horrible, cual lúgubre agonía, cual tremenda vision expiatoria, la infinita amargura de su historia, dolor tras de dolor, dia por dia. ¿Dónde estaban los lauros triunfadores que arrancó de las lides su pujanza? ¿Dónde sus horas plácidas de amores? ¿Dónde las tiernas, las fragantes flores, sér de su sér y luz de su esperanza?
Empezó a sospechar que se iba cansando, y tembló por la pobre Maximina. No se dio por vencida, sin embargo. Al cabo de pocos días le cogió en su cuarto, por la oreja, y le dijo medio en broma medio en veras: No te suelto si no me dices ahora mismo si piensas o no casarte. Pero, chica, ¿a ti que te va ni te viene en eso? contestó el joven riendo. Tengo interés por Maximina, porque es mi amiga.
¡Me estáis desgarrando el alma, Dorotea! exclamó dolorosamente don Juan. Lo siento, y esto me hace más desgraciada; daría yo porque me olvidárais mi eternidad. Escuchadme dijo don Juan tomando á Dorotea una mano que ardía y que al sentir la mano del joven tembló. Decid. Cerremos los ojos á todo. Lo sucedido no tiene remedio. Olvidáos de que me he unido á doña Clara.
Palabra del Dia
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