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Actualizado: 3 de mayo de 2025
En tal caso, no tendré necesidad de ti. No obstante, paséate por los alrededores mañana por la mañana. Si no viniese... ¡pero no, eso es imposible! vienes tú así que se hayan acostado. No importa a que hora. Tal vez le Tas duerma; llama de todos modos, yo te abriré la puerta. Es inútil, señora; he sido cerrajero y conservo mis herramientas. Bien, te esperaré. Pero estoy segura que el conde vendrá.
La señora Chermidy y su inseparable le Tas desembarcaron el 24 por la noche en la ciudad de Corfú. La viuda del comandante había hecho las maletas a toda prisa. Apenas si tomó el tiempo preciso para reunir cien mil francos para el salario de Mantoux y gastos imprevistos.
El único balcón en que se veía luz era el de la señora Chermidy, que estaba en el piso bajo: Mantoux comprendió que le esperaban. Sacó un manojo de llaves falsas que había envuelto en un trapo para que no hiciesen ruido, pero no tuvo tiempo de emplearlas. La señora Chermidy le abrió la puerta. Habla en voz baja dijo . Le Tas acaba de dormirse.
Era un chocar de cadenas que parecía el ruido de un montón de clavos y llaves viejas, y de vez en cuando una voz débil repitiendo: «Pa... dre nuestro que es... tás en los cielos... San... ta María...» con la expresión tímida y suplicante del niño que se duerme en brazos de su madre. ¡Siempre repitiendo la monótona cantinela, sin que pudieran hacerle callar!
No soy responsable de las necedades de todos los viejos locos que pierden la cabeza por mí. ¿Ni de los millones que pierden en su casa? De acuerdo. ¿Pero de buena fe me cree usted una mujer interesada, llave de los corazones? ¡Caramba! ¿Cuánto quiere usted por volverse a París y permanecer tranquila allí? Nada. Le pagaremos el pasaje, aunque cueste un millón. Es que somos dos; he traído a le Tas.
No obstante, no comprendió más que a medias el trato que le querían hacer. Abordó con una desconfianza respetuosa a la señora Chermidy. La viuda no juzgó conveniente entrar en explicaciones con él hasta que no hubiese recibido una respuesta de don Diego. Estaba muy agitada y daba apresurados pasos por el salón. Escuchaba a le Tas sin oírla y miraba al ex presidiario sin verle.
Tengo ya reunido un número considerable de vocablos belarminianos y entiendo algunas de sus sentencias. Por ejemplo: en la conferencia de hoy, la frase «está el que come ante el Diccionario, en el tole tole, hasta el tas, tas, tas», significa: «está el hombre ante el universo, mientras vive, hasta que muere». Esta es la versión literal.
Estamos solos continuó le Tas , nadie puede oírnos; no tenemos tiempo que perder. ¿Estás contento de que haya curado tu señora? Ciertamente, señorita. No obstante, su ama me había prometido otra cosa. ¿Qué es lo que te había prometido? Que la señora moriría bien pronto y que yo tendría 1.200 francos de renta. Y tú hubieras preferido eso, ¿verdad? ¡Claro!
Anoche, prosiguió Basilio haciéndose el sordo, se levantó pidiendo su gallo, su gallo muerto hace tres años, y tuve que presentarle una gallina, y entonces me colmó de bendiciones y me prometió muchos miles... En aquel momento en un reloj dieron tas diez y media. Simoun se estremeció é interrumpió con un gesto al joven.
No había necesidad de mirarle dos veces para ver a qué religión pertenecía. Era de los que hacen del sábado su domingo. El afán del lucro brillaba en sus pequeños ojos y su nariz se asemejaba al pico de un ave de rapiña. Le Tas le rogó que pasase al hotel para forzar una cerradura, lo que Mantoux llevó a cabo como hombre experimentado.
Palabra del Dia
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