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Actualizado: 3 de mayo de 2025


Esperaba enterarse a su llegada de la muerte de Germana, y lo primero de que se enteró fue de que la lengua francesa no está muy extendida en los hoteles de Corfú, y como entre la señora Chermidy y le Tas no poseían más lengua extranjera que el provenzal, no hay que decir que con ella tampoco adelantaban nada. Les fue preciso recurrir a un intérprete, y cenar mientras lo esperaban.

Le Tas le aconsejó que aguardase en París noticias más positivas; pero se cree con tanto gusto lo que se desea, que la señora Chermidy ya daba a Germana por enterrada. De Trieste a Corfú hizo el viaje en el puente con los gemelos siempre en la mano, para ser la primera en anunciar la tierra.

Su cara era una mueca horrible, sus ojos se abrían y se cerraban automáticamente; sus piernas estaban paralizadas, su cuerpo hundido en el sillón, sus manos muertas. Le Tas no había conocido más que un sentimiento humano: adoraba a Honorina. La monstruosa criatura se arrojó sobre el cuerpo de su dueña lanzando un grito como el que no es posible oírlos más que en el desierto.

Mientras el juez y el médico entraban en la pieza vecina, donde una dolorosa sorpresa les aguardaba, le Tas arrastró al conde hasta la cama, le obligó a mirar a su antigua amante y le hizo oír una oración fúnebre que le puso el cabello de punta.

El 16 de septiembre lo condujo al hotel de la implacable Honorina y le probó, preguntándolo al conserje, que había partido con le Tas para las islas Jónicas. El duque pareció emocionarse menos de lo que se hubiera creído.

Belarmino le acogió con inequívoco contento y le obsequió con una larga e incomprensible disertación sobre el tole tole y el tas, tas, tas.

Hay, por último, muchos hombres y niños piadosos que alumbran el entierro con velas. Pero la procesión más solemne y conmovedora es la que se verifica el Sábado Santo, desde tas nueve de la mañana hasta mediodía.

Mientras pudiese satisfacer sus necesidades, le Tas no tenía ni ambición, ni codicia, ni vanidad personal; se consideraba rica, brillante y triunfante en la persona de su bella prima. Aquellas dos mujeres, estrechamente unidas por una amistad de quince años, formaban un solo individuo. Era una cabeza con dos caras, como la máscara de los cómicos de la antigüedad.

Como de costumbre, jugaba al tute con la madre; como de costumbre, hablaba con Juanita en conversación general, y Juanita hablaba igualmente y le oía muy atenta manifestándose finísima amiga suya y hasta su admiradora; pero, como de costumbre también, tas miradas ardientes y los mal reprimidos suspiros de don Paco pasaban sin ser notados y eran machacaren hierro frío, o hacían un efecto muy contrario al que don Paco deseaba, poniendo a Juanita seria y de mal humor, turbando su franca alegría y refrenando sus expansiones amistosas.

Me parece que no. ¿Lo duda usted? . ¿Y quiere usted decirme por qué no me mataré yo? Porque eso sería un gran placer para tres o cuatro honradas personas que yo conozco. Adiós, señora. Aun no se había cerrado la puerta tras el doctor, cuando le Tas salió de una habitación inmediata en compañía de Mantoux. EL PU

Palabra del Dia

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