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Actualizado: 14 de mayo de 2025


En este local se verificaban los banquetes políticos y las juergas: se brindaba con fogosa oratoria por la regeneración de la patria, y se mecían y ensanchaban las curvas femeniles con el vaivén del tango, al runrún de las guitarras, mientras en los rincones sonaban besos y chillidos y se rompían botellas.

El tango de los violines del bulevar es contestado como un eco por el tango de los violines de toda la Costa Azul y de las estaciones veraniegas que empiezan á abrirse. El ideal femenil, en este momento, no va más allá de bailar la danza de moda con un guerrero de los Estados Unidos. Se desvaneció la pesadilla; todo olvidado.

La vida ha cambiado mucho desde que usted se fué, príncipe. Todos sienten un hambre feroz de divertirse. Lo primero que ha resucitado con la paz es el tango. Después, Novoa piensa en él. ¿Qué puedo hacer aquí?... Estoy pobre; cuanto tenía en mi tierra lo he dejado en el Casino.

¿Qué es eso? ¿Estamos en la necrópolisss o en el merenderosss de Eritañasss? exclamó otro barbián, cuya gracia consistía en agregar una ese final a las palabras y silbarlas mucho . ¡A bailars, niñasss! ¡A cantars, niñasss! Primo comenzó a preludiar un tango. Todos se sentaron formando corro.

Al visitarle Julio, lo presentaba con orgullo á sus amigos, faltando poco para que le llamase «querido maestro». El tango acaparaba todas las conversaciones. Hasta en la Academia se habían ocupado de él, para demostrar elocuentemente que la juventud de la antigua Atenas se divertía con algo semejante... Y Lacour había soñado toda su vida con una república ateniense para su país.

El Papa tenía que convertirse en maestro de baile, recomendando la «furlana» contra el «tango», ya que todo el mundo cristiano, sin distinción de sectas, se unía en el deseo común de agitar los pies con un frenesí tan incansable como el de los poseídos de la Edad Media.

Yo, a bailar un tango o una-guaracha, mi queridín respondió, y diciendo y haciendo comenzó a saltar por la sala dando las castañetas hasta que se le cayó el sombrero y quedó al aire la piedra de lavar que tenía por cabeza. Los socios se tiraban por los divanes, de risa. Peña dejó escapar algunas frases de desprecio, y se retiró amoscado y desabrido.

LA ENFERMERA. ¿Qué duda cabe...? Si yo fuera la dueña, querría que todos los heridos viviesen en un sueño espléndido. ¡Que las enfermeras, sin excepción, fuesen lindas y cariñosas...! No prohibiría ni el tango ni el flirteo. Ponga usted aparte los atacados de altas fiebres. Los demás tienen un padecimiento terrible: el aburrimiento.

Deben ser famosos bailarines de tango. ¡Excelentes muchachos, todos amigos míos!... Vea sus dientes sanos de lobo joven; su pelo, tan abundante, que necesitan aplastarlo con pomada hasta formar dos almohadillas lustrosas. No queda en sus cabezas dónde plantar un cabello más.

Los movimientos reprimidos, voluptuosos del tango ofrecían ahora un carácter lúgubre; parecía el baile de la viuda india en torno de la hoguera donde va á ser sepultada. Los tertulios se callaban; estaban inquietos y tristes y sacudían la cabeza deplorando la escena. Al cabo dos lágrimas se desprendieron de los hermosos ojos de la bailadora y resbalaron lentamente por sus mejillas.

Palabra del Dia

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