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Actualizado: 11 de noviembre de 2025


Y en tanto, excesivamente distraída de sus trabajos, Isidora visitaba con frecuencia el taller de Eponina, y allí se encantaba contemplando los magníficos vestidos, entre los cuales a la sazón había tres de baile. Eran para una joven condesa que tenía la misma estatura y talle de nuestra enferma.

En cierto momento Julio se levantó, y pasando junto al piano, se detuvo a mirar las flores. Fingiendo que aspiraba el perfume, las tocó con los labios. Lo hizo tal vez distraído". "12 de junio. "Tengo un gran desgano para todo; no he querido ir al taller de repujado. Me sorprenderían a cada rato dejando el punzón para ponerme a pensar.

Sus sargentos habían sido contramaestres; muchos de sus oficiales, ingenieros y dueños de taller. De pronto, los que subían tropezaron con los férreos habitantes del bosque.

Amparo, y otras dos o tres del taller de cigarrillos, rendidas de calor y ahítas de comida, se habían tendido en una pequeña explanada, que formaba el glacis de la fortificación, adoptando diversas posturas, más o menos cómodas.

Ultimamente había venido a establecerse en Corbeil, después de una larga permanencia en el Midi. Las autoridades de la ciudad le conocían a fondo y se interesaban por su suerte; de cuando en cuando recibía la visita del señor comisario de policía. No obstante, el trabajo no abundaba en su taller y eran pocas las casas que estaban abiertas para él.

En Barcelona estuvo Jacinta muy distraída con la animación y el fecundo bullicio de aquella gran colmena de hombres. Pasaron ratos muy dichosos visitando las soberbias fábricas de Batlló y de Sert, y admirando sin cesar, de taller en taller, las maravillosas armas que ha discurrido el hombre para someter a la Naturaleza.

Este Roberto era un mocetón que se había «emancipado de la tiranía patronal», según sus propias palabras, trabajando solo en su casa. Una pieza casi subterránea le servía de habitación y de taller. La compañera, á la que llamaba «mi asociada», corría con el cuidado de su persona y del hogar, mientras un niño iba creciendo agarrado á sus faldas.

Velázquez, acaso por deseo propio o, pensando mejor, por iniciativa de sus padres, pues aún no había cumplido catorce años, abandonó el taller de Herrera y pasó al de Francisco Pacheco. La figura de éste es interesantísima, tanto por el propio valer, cuanto por la influencia que ejerció en el porvenir de Velázquez.

Guapa... que lo estaba; con sus cabellos de oro peinados por la doncella, y una capa de menjurgos de tocador que refrescaban, con llamativa juventud, su madurez de rubia carnosa. ¿Pero... elegante?... Llevaba un traje de seda clara, con los colores algo apagados y polvorientos; una pieza magnífica que había llegado á Bilbao desde un taller de la rue de la Paix cuatro años antes, cuando ella volvía ya la espalda á las vanidades del mundo.

Charito hablaba con su madre y Lucía Moreno sobre una rifa de caridad, proyectada y organizada por ella para contribuir a las obras de un pabellón en el asilo taller de Nueva Pompeya. Adriana y Julio alcanzaban a oír, con intermitencias, la animada charla. De pronto Charito enmudeció.

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vengado

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