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Actualizado: 27 de noviembre de 2025


La que no tiene el rostro bonito, tiene un cuerpo escultural; si la mano es fea, el pie es un primor... ¡Usted no ha escogido mal, picarillo!... Carlota no tiene las facciones correctas de su hermana, pero es una estatua. Mejor que yo lo sabrá usted. Delgada de talle y ancha de caderas, la cabeza graciosa y bien plantada, el pecho alto, firme, valiente... Mario estaba en brasas.

Fuése su padre a Granada; Escribióme, y yo esta tarde Aderecéme cual viste, Por ir de gallardo talle. Aguardándome está agora: ¡Mira si lloro de balde, Pues voy herido, en prisiones, Sin bien y entre tantos males!

Un sencillo peine de concha sujetaba su abundante cabellera, blanca casi por completo, y su rica bata de paño labrado, con vueltas de terciopelo, lejos de prestar realce alguno a su persona, parecía más bien recibir ella misma del talle airoso y noble de la dama la severa elegancia de su corte y de sus pliegues.

Antes de salir a la calle pasa a otro gabinete frontero al suyo, con la aparatosa sala por medio; y allí encuentra, ordinariamente solas, y rara vez con visitas, a una señora tan gruesa como él, dura de semblante y rica aunque charramente vestida, y a una joven como de veintidós años, ancha de hombros y caderas; bien destacada de pecho; de ojos y cabellos negros como el azabache; de blancos dientes y moreno cutis; bien proporcionada y airosa de talle, y vestida con todo el rigor de la moda...; una buena moza en toda la extensión de la palabra.

Y, a pocos pasos que entró por el bosque, vio atada una yegua a una encina, y atado en otra a un muchacho, desnudo de medio cuerpo arriba, hasta de edad de quince años, que era el que las voces daba; y no sin causa, porque le estaba dando con una pretina muchos azotes un labrador de buen talle, y cada azote le acompañaba con una reprehensión y consejo.

Aquella noche la pasaron amo y mozo en mitad del campo, al cielo raso y descubierto; y otro día, siguiendo su camino, vieron que hacia ellos venía un hombre de a pie, con unas alforjas al cuello y una azcona o chuzo en la mano, propio talle de correo de a pie; el cual, como llegó junto a don Quijote, adelantó el paso, y medio corriendo llegó a él, y, abrazándole por el muslo derecho, que no alcanzaba a más, le dijo, con muestras de mucha alegría: ¡Oh mi señor don Quijote de la Mancha, y qué gran contento ha de llegar al corazón de mi señor el duque cuando sepa que vuestra merced vuelve a su castillo, que todavía se está en él con mi señora la duquesa!

Me han dicho que usan ahora una jareta en el talle, con cuyos cordones se obtiene esta rigidez del pantalón, como si estuvieran puestos sobre un maniquí de madera. Usan el «saco» entallado, con vuelo de miriñaque, como nuestras abuelas. Gastan calcetines de colores muy vivos; azul-añil, verde-esmeralda, rojo de aurora, prendas, en fin, propias de las bailarinas de la Opera.

Le parecían más hermosos estos jardines de disfrute común que los de su propiedad, que todos le envidiaban. ¿Cómo podía haberse paseado solo en torno de su «villa», por las avenidas magníficas y solitarias, cuando existía en el mundo la voluptuosidad de sentarse en un banco público al lado de una mujer, ó caminar junto á ella pasando un brazo por su talle, lo mismo que aquellos pobres soldados y marinos?...

Cuando el que hizo la cita cervantesca y dio estos consejos a don Juan entró con él en el cuarto de Cristeta, estaba ella vestida a lo gitana, con falda de percal de mucho vuelo, pañuelo de espuma al talle, rizos en las sienes y moño bajo, hecho un jardín a puras flores. El tío sentado en un sillón gótico de guardarropía, leía un periódico.

Miróle el cabrero, y, como vio a don Quijote de tan mal pelaje y catadura, admiróse y preguntó al barbero, que cerca de tenía: -Señor, ¿quién es este hombre, que tal talle tiene y de tal manera habla?

Palabra del Dia

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