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Actualizado: 11 de junio de 2025


Hoy, una pecadora más o menos cara, de esas cuyo amor gozado sin ilusión, deja en alma y cuerpo el descaecimiento y el hastío propios de todo lo forzado; mañana, una gran señora de aquellas a quienes se corteja por vanidad, cuyas caricias no valen el sobresalto que cuestan; otro día, una camarera de fonda de las que a primera vista parecen limpias y resultan insoportables; de cuando en cuando, la mujer con quien se tropieza en viaje, posesión de lo anónimo, encanto de lo desconocido, los besos en el túnel, la parada en la misma fonda, noche, almuerzo, regalo y despedida con tristeza falsificada.

Al frente, en medio de las dos vigorosas líneas del marco, se ve el puente del ferrocarril casi saliendo de la negra boca del túnel, y debajo un enjambre de rocas desiguales y revueltas que comienzan el raudal, dislocan el movimiento de las ondas, se estrechan en un espacio de 100 metros y terminan en tres grandes peñascos de formas destrozadas y salpicados de matorrales, que forman una barrera de 15 á 20 metros de altura.

Y todo esto, amigo Ojeda, es el milagro de mi dios. Dirá usted que es obra del hombre; pero el hombre, sin la esperanza del dinero, haría muy poco en el presente régimen social. Nadie realiza trabajos penosos por gusto, nadie expone su vida gratuitamente en empresas sin gloria. Si usted le dice al que perfora un túnel o levanta un terraplén sobre un pantano que está sirviendo a sus semejantes y merece por esto gratitud, se encogerá de hombros.

Otra habría puesto en aquel caso unos morritos muy serios; ella no, porque fundaba su éxito en la perseverancia combinada con el cariño capcioso y diplomático. Entrando en un túnel de la Rioja, dijo así: «¿Apostamos a que sin decirme una palabra, lo averiguo todo?».

Tomaba carrera para atravesar el pequeño túnel, hacía temblar con su peso la rampa de tablas, pero apenas entraba en aquél, caía la compuerta delantera, y antes de que pudiese retroceder escurríase también la de detrás.

Buscó un hombre que en un tiempo había formado parte de su partida y que después entró, arrepentido, en nuestro Monasterio, un tal fray Horacio, y le entregó la ermita para que la cuidara, pero sin decirle nada sobre el túnel secreto y sus cavernas subterráneas.

Allí nos separaremos, porque mi padre se enoja cuando entro tarde en casa, y ella le acompañará a usted hasta las oficinas. Muchas gracias, amigo mío. El túnel les había conducido a un segundo espacio más singular que el anterior.

Lucía se quedó embobada ante el Océano, nunca de ella visto hasta entonces, y cuando el túnel de sopetón y sin pedir permiso cubrió el espectáculo con negro velo, permaneció de codos en la ventanilla, absorta, las pupilas dilatadas, entreabiertos de admiración los labios.

La servidumbre abría sin duda las ventanas para unirse con un entusiasmo silencioso á esta despedida. Cuando sólo quedaban visibles unos pocos vagones en la boca del túnel, el coronel volvió á ocupar su asiento en la mesa. ¡Mas carne al matadero! dijo Atilio Castro mirando al príncipe . Pasó el escándalo. Continúa, Miguel.

Cuando entraron en el agujero del túnel que conducía al bosquecillo de pinos, perdió enteramente de vista a su amiga y hasta dejó de escuchar el ruido de sus botitas por el suelo. Al hallarse en medio de la cueva, sumido en las tinieblas, creyó oír muy confusamente el eco de un sollozo y sintió aún más oprimido su corazón. Después de salir a la luz, empezó a encontrarse mejor.

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