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Actualizado: 25 de junio de 2025
Bermudez tenia á su lado al leal Pedro Zaraza, al sumiso y valiente Cedeño, al activo José Tadeo Monágas, á otros distinguidos jefes, 1.000 ginetes y como unos 300 infantes, todos ellos valientes, todos buenos patricios.
Comenzó, en esto, a salir, al parecer, debajo del túmulo un son sumiso y agradable de flautas, que, por no ser impedido de alguna humana voz, porque en aquel sitio el mesmo silencio guardaba silencio a sí mismo, se mostraba blando y amoroso.
Compadeció la ignorancia de la joven y estuvo próximo a decirle que todo aquel lujo era imbécil fatuidad, pura bambolla; pero sintióse dominado por sus temores de niño sumiso y obediente, y hasta en el vacilante resplandor del inmediato farol creyó ver el rostro de mamá contraído por un gesto de indignación majestuosa.
Jamás salía de casa sin pedirle permiso, no fumaba en su presencia, se recogía al oscurecer, rezaba el rosario, confesábase cuando ella lo ordenaba. Mientras su cuerpo se desarrollaba prodigiosamente, se trasformaba en un mancebo bizarro y atlético, su espíritu continuaba tan infantil y sumiso como si nunca pasara de diez años.
¡Eran ellos! Sí, eran ellos. Mucho antes de oír su voz claramente los había adivinado. Se paseaban por una calle más ancha y despejada que las otras, resguardada de un lado por el muro, del otro por alto seto de boj. Amalia se colgaba del brazo del conde con imperio y negligencia y hablaba mirando al suelo, mientras él se inclinaba hacia ella risueño, sumiso, metiéndole las palabras por el oído.
Si es verdad que éste influye mucho en Galicia, merced al carácter sumiso de los labriegos, allí en Cebre no podía contrapesar la acción de curas y señoritos reunidos en torno del formidable cacique Barbacana. El arcipreste resoplaba de gozo. ¡Cosa rara! Barbacana mismo era el único que no se las contaba felices.
Tan extremado estuvo, sin embargo, en sus caricias y tan sumiso, que al cabo, arrancando con violencia sus manos de las de él, Clementina dijo medio riendo, medio enojada aún: Quita, quita, que ya estoy hastiada de tus lametones de perro de Terranova.... ¡Eres un bajo!... Primero que yo me humillase de tal modo me harían rajas.
Don Benito trataba de tranquilizarla; mi tío Ramón, sumiso siempre, la miraba guardando un respetuoso silencio; la idea de una apoplegía le había cruzado la mente; pero, ya fuera por temor, ya por moderación, se guardaba bien de aconsejar a su mujer la moderación, el reposo y sobre todo, los purgantes que el desconocido doctor Brown le había instituido como tratamiento hacía ya muchos años.
El corcovadito le maltrataba de diario, aguzaba el ingenio para atormentarle, y todos los días inventaba nuevas diabluras contra el pobre animal que, cansado de las fechorías del muchacho, escapaba, gruñendo, para volver a poco, cariñoso y sumiso, a lamerle las manos.
La gloria no se consigue sino por el camino de la lealtad, sirviendo á Dios y al Rey. No hay más gloria que la que Dios da en su Paraíso, de la cual es simulacro é imperfecto remedo el culto que da en los altares el linaje humano á los escogidos de Dios. Además, la gloria en la tierra consiste en ser súbdito sumiso y obediente, no en vociferar por calles y plazuelas.
Palabra del Dia
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