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Actualizado: 25 de octubre de 2025
Nuño tiene dos hermanas famosas por su belleza, y la mayor, llamada Leonor, es la prometida de Iñigo. Leonor se ha quejado en algunas ocasiones de la vergüenza, que recae sobre los españoles en sufrir que se entreguen á los infieles mujeres cristianas.
Por este tiempo recibió carta de su tío en que le noticiaba cómo Rosa se había escapado nuevamente de casa por no poder sufrir los malos tratos constantes de su padre, quien la achacaba la ruina y la miseria en que había caído. Se había marchado a Lada y estaba sirviendo en casa de unos señores ricos. Andrés se conmovió con aquella carta.
En resumen, la mulata Jacinta fué condenada á «salir con coroza blanca, á sufrir doscientos azotes y diez años de destierro», siendo de suponer que no le quedarían ganas de consultar con más brujas, ni de hacer más averiguaciones para atraer al fementido esposo.
Y si ocultáis vuestro amor, si le devoráis... porque al fin ella es una mujer casada, y vos sois un fraile; si tenéis la virtud de sufrir en silencio vuestro infierno; si sabéis cuánto ofendéis á Dios, porque os está prohibido amar á otro que á Dios y amáis á vuestra reina... si sabéis que puede llegar un día en que blasfeméis, y en que la blasfemia os condene... ¿por qué queréis que una mujer libre engañe á Dios y se encierre en un claustro, y dentro de él sufra un infierno de amor, y blasfeme, y se condene también? Yo... puedo servirle, amarle con toda mi alma sin ofender al mundo, porque no soy casada; sin ofender á Dios, porque no soy esposa de Dios. Y haced de mí lo que queráis: prendedme, matadme, llevadme á la hoguera... Dios sabe que no le he ofendido, que le adoro, que creo en
Y privándose de una parte de su alimento, pasaba a casa del zapatero la leche que subían para él. Pero el estómago del pequeño no podía sufrir el líquido, demasiado substancioso para su debilidad, y lo arrojaba apenas ingerido. Tía Tomasa, la jardinera, con su carácter enérgico y emprendedor, trajo una mujer de fuera de la catedral para que diese su pecho al enfermo.
Don Pablo Aquiles le miraba sonriendo y no se hartaba de contemplarle; ¡qué buen mozo y qué elegante era! tenía los ojos de su madre, aquella Pilar tan amada, que tanto le había hecho sufrir, y también su genio, un polvorín de explosiones sin consecuencia.
Tiago en religiosería, deseó de todas véras morirse al día siguiente para encargar exequias aun más soberanas. La piadosa vieja no podía sufrir que aquel, que ella tenía ya para siempre vencido, al morir, resuscitase con tanta pompa.
Había comenzado por parecerle inicuo que Simón hubiese de sufrir las consecuencias de una falta cometida por un extraño, de un pecado que no había dejado huella ninguna; y ahora su conciencia, haciéndose más timorata y más escrupulosa, formulaba nuevas y cada vez más turbadoras preguntas: ¿Un extraño?... ¿Huella ninguna?... ¿Estaba bien seguro?...
De esta suerte vivían hija y padre, don Gaspar con el pensamiento puesto en ella, y Helena dejando volar su imaginación entre resignada y soñadora, cuando durante un otoño comenzó la muchacha a sufrir tal cambio en su manera de ser, que no pudo quedar oculto a quien vivía continuamente observándola para ahuyentarle penas y procurarle venturas.
No con torpe é inconsiderado miedo desvanezcais lo que tanta fatiga ha costado, i no deis ocasion á que duden los enemigos si fuimos nosotros aquellos muslimes, famosos en la tierra por su singular esfuerzo i constancia en las batallas, i á quienes tanta valerosa nacion ha inclinado la cerviz para sufrir las cadenas que les pongamos.»
Palabra del Dia
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