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El squire comió el pan y la carne rápidamente, bebió un buen sorbo de cerveza, y luego, volviendo la espalda a la mesa, prosiguió: Será tanto peor para vos, sabedlo; más os valiera que tratarais de ayudarme y conservar lo que tenemos.

El rebelde se conmovió viendo la angustia de esta alma simple, que imploraba en su congoja un sorbo de consuelo. , volvería a verla; él lo afirmaba con solemne gravedad. Es más; estaría en contacto a todas horas con algo que habría formado parte de su ser. Todo lo que existía quedábase en el mundo; sólo cambiaba de forma; ni un átomo llegaba a perderse.

Sin perder un minuto, por lo tanto, tomé de un sorbo mi café, me puse apresuradamente el sobretodo y un cuarto de hora después entraba en la alegre sala de mañana de la mansión de la plaza Grosvenor, donde la hija del muerto, con su cara encendida por la agitación, me esperaba.

Lo restante del día gastan en paseos, visitas y cumplimientos y en brindis y meriendas, en señal de amor y amistad; anda alrededor un jarro ó vaso de chicha, de que todos toman un sorbo, y también se ejercitan en muchos juegos deleitables y caballeros. Uno, entre otros, es semejante al de la pelota de Europa.

Pero eras mozo y tenías mucho tiempo y mucha tierra por delante; yo viejo y con muy pocas fantasías en la cabeza, y no sobrado de calor en la masa de la sangre; los muchos años hicieron al cabo una de las suyas, y ayer mañana, como quien dice, una pizca de nada, un sorbo de leche más de los acostumbrados, el aire de una puerta, el aletazo de un mosquito, me acaldó en la cama.

Mario quedó algo confuso por aquella indiferencia, y añadió sacando el reloj: Las nueve y media ya... Otros días está aquí a las nueve. El mismo silencio por parte del joven de la luenga barba. Una miradita a la puerta, otra a su regordeta vecina y un sorbo de café fueron las tres cosas que supo hacer para indemnizarse del desdén de su compañero.

Caía el astro en el horizonte, y sin embargo, el pobre labriego se imaginó que sus rayos eran verticales y lo incendiaban todo. Su tierra se resquebrajaba, abríase en tortuosas grietas, formando mil bocas que en vano esperaban un sorbo. No aguantaría el trigo su sed hasta el próximo riego.

Mi querido amigo Esteven... Estimado señor ministro... El despacho era espacioso; bien amueblado, en punto a riqueza, pero sin gusto y sin estilo. S. E. estaba sentado delante del escritorio, pluma en mano; muy cerca, una bandeja con botella de Jerez y copas; del otro lado, una caja de cigarros: bebía un sorbo, chupaba el puro y escribía.

Bajó la vista sonriendo, dejó escapar tres o cuatro chicheos, revolvió el café con la cucharilla, echó un sorbo, poniendo los ojos en blanco, y después de limpiarse los labios con sosiego, con el sosiego del hombre fuerte que va a hacer sentir en breve el peso de su valer, llevó la mano al bolsillo interior de la americana, y dijo, sacando una cartera, y de la cartera un sobrecito: Entérese usted de lo enamorada que está Isabel del duque.

Le siente en los labios... Ten la copa un instante mientras la incorporo yo... Así... ¡Nieves!... ¡Nieves!... Dame la copa . ¡Nieves!... un sorbito de esta bebida para entrar en calor... A ver, poquito a poco... Allá va... ¡Lo paladea, Cornias, lo paladea... y entreabre los ojos! ¡Sea Dios bendito!... Otro sorbo más, Nieves, hasta apurar la copa, aunque le repugne a usted: es esencia de vida... ¡Ajá!... Prepara otra, Cornias, por si acaso... Mira, hombre, ¡todavía conserva en el pecho parte de las flores que se había prendido esta mañana!... Sobre que se están cayendo... Toma.