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Actualizado: 16 de junio de 2025
En el balcón de madera brillan los geranios rojos; en el huerto, algunos girasoles levantan sus grandes flores sobre sus tallos. Subo la escalera y me asomo al balcón. Las vacas pastan en nuestro prado; mis chicos suelen seguirlas protegidos del sol por grandes sombreros de paja.
Indudablemente, yo he visto caras parecidas a la de este señor: caras con una nariz, caras con unos ojos, caras con unos bigotes... También he visto sombreros de jipi-japa semejantes a este sombrero de jipi-japa. Sin embargo, no caigo. No hay duda exclamo de que yo le conozco a usted; pero, así, de momento, no doy con el nombre... ¿De modo que no puede usted decirme quién soy yo? No, señor...
Es de un tono muy nuevo y con un tornasol verde que... ¿ve usted como cambia?... Descansaré un momento y luego saldremos juntas. Traigo mi coche... ¡Ah! ¡Si viera usted que sombreros tan preciosos han recibido las Toscanas! Hay uno que es para modelo, divino, originalísimo, sobrenatural.
Parecía olvidada de los sombreros, pero seguía aplicando a su verdadera industria una meticulosa prudencia comercial. ¡Los hombres!... Los unificaba en su pensamiento, viéndolos con idéntica contracción de espasmo lúgubre y el mismo ronquido de agonía, eternos gestos con los que terminaba para ella indefectiblemente toda intimidad.
Mostrábase más radical y feroz en sus ilusiones que Gabriel, y éste alababa sus audacias de propagandista, sus peligrosas excursiones por las grandes ciudades, entre la policía puesta en guardia, llevando al brazo la caja vieja de sombreros llena de impresos que podían conducirla a la cárcel.
En las inmediaciones no había otros comercios que joyerías, sucursales del Monte de Piedad y tiendas de sombreros para mujeres.
Originalmente todos estos sombreros especiales se embarcaban por el istmo, y así el punto de distribución vino a darle nombre al sombrero. Es un error suponer que el subido precio del sombrero de Panamá es resultado del costo de la paja especial de que se hace.
Pero vamos a otra cosa: ¿y por qué debías mes y medio en la posada cuando no hace uno que te he dado veinticinco duros? Mendoza tampoco contestó. Este problema te lo voy a resolver yo. Consiste en que tú, en vez de pagar la posada, gastas todo el dinero en levitas, sombreros, guantes, corbatas, etc., etc.
No será de más decir que ambos vestían de seglar por las noches, con sendas levitas negras de largo faldón y manga apretada, botas de campana y enormes sombreros de felpa. Un buen cuarto de hora invirtieron antes de llegar a las cercanías del café. Una vez allí, ofuscados por las luces como cándidas mariposas, quisieron caer, y retrocedieron. Lo mejor será esperarle hacia su casa.
Se cuenta el número de sus sombreros y se espía el color de sus corbatas. A esto hay que añadir que el espíritu infantil de Francisca le atrae numerosas enemistades. En un país de solteronas como el nuestro, Francisca lleva la imprudencia hasta burlarse continuamente de ellas.
Palabra del Dia
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