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Actualizado: 16 de junio de 2025


Allá los hombres van con unos sombreros blancos y felpudos, casacas de color con los cuellos hasta el cogote, botas altas como las de la caballería; las mujeres con unas faldas como fundas de flauta, tan estrechas, que se les marca todo lo que queda dentro.

Un manipulador o tejedor hábil termina un sombrero en cinco o seis meses, trabajando siempre a la hora del crepúsculo o la del alba, que son las únicas horas propicias para tejer los mejores sombreros de jipijapa.

Usaba un sombrero chato, de copa muy baja y con las alas planas, el cual pertenecía a una época que se había borrado ya de la memoria de los sombreros, y una capa de paño verde, que no se le caía de los hombros sino en lo que va de Julio a Septiembre. Tenía muy poco pelo, casi se puede decir ninguno; pero no usaba peluca.

Estaba Pereyra con su mujer, el doctor Gener con la suya, el diputado Targe, el senador Ramírez con la señora y ¡qué linda estaba!... Eguina... las dos muchachas de Gori ¡dos bagres!... y no me acuerdo quiénes más, ¡pues no se habló más que de sombreros y de yeguas! ¿De yeguas?...

Acabó de detenerse el Goethe junto a un amplio muelle lleno de gentío. Entre las familias que esperaban a los pasajeros, vestidas todas de colores claros y con sombreros de paja, destacábanse algunos grupos de cargadores negros, que eran objeto de admiración para los niños y criadas de a bordo.

Descendieron algunos montañeses hasta el pie del monte para recoger a los muertos; abriose a la derecha de la casa de labor una ancha fosa, en la que guerrilleros y kaiserlicks, con sus vestidos, sus sombreros, sus chacós y sus uniformes, fueron colocados unos al lado de otros.

Al otro lado del puente nos encontramos una alegre caravana, en la que nos llamó la atención varias dalagas á caballo perfectamente ataviadas, luciendo caprichosos sombreros con gran profusión de gasas y flores. Los colores de las faldas y los pañuelos que resguardaban sus hombros, eran de colores muy fuertes que destacaban el negro del tápiz.

Yo le traeré a usted uno de estos medios pañuelos, más bonito que los que tiene Sobrino... ¿Quiere usted para los niños un poco de piel del diablo, a cuadritos, que no me hace falta? Se la mandaré. En cambio me llevo estos fichús que no son propios para Madrid... ¿Irá usted al Prado? Allí, con el velito y la camiseta basta. Los sombreros parece que se despegan de la cabeza en el verano de Madrid.

Y juntaba las manos con desesperación, mirando a Salvatierra y diciéndole con vehemencia infantil: No le crea usté, zeñó; es muy malo y me dice eso por pudrirme la sangre. Por la salusita de mi mare que too es mentira... Y explicaba el misterio de los dos sombreros superpuestos que llevaba calados hasta las orejas, rodeando su cara de pícaro de un nimbo de dos colores.

No dejaré de consignar, ya que me acuerdo, que durante la representacion guardan sus sombreros todos los espectadores que hay de pié en el parterre y que se situan á derecha é izquierda entre la pared y las butacas: costumbre que no me pareció extremadamente galante.

Palabra del Dia

vorsado

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