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Actualizado: 16 de junio de 2025
Todavía era invierno; pero muchos, ilusionados por la marcha hacia el Sur, habían creído oportuno, al tocar en Tenerife, subir a cubierta con trajes de verano, gorras blancas o sombreros de paja.
Hay hombres que pasan toda la tarde con el sombrero bajo el brazo, por ahorrarse los cincuenta céntimos que cuesta dejarlo en el vestíbulo del Casino. Hoy, al entrar, he visto á un viejo que espera á un amigo suyo todos los días junto al mostrador del guardarropa. Depositan juntos sus sombreros y gabanes; así, cada uno sólo paga veinticinco céntimos.
Las mestizas que no habían salido á bailar palmoteaban incesantemente, acompañando el runruneo de las guitarras. De vez en cuando una de ellas entonaba la copla de la cueca, y los hombres daban alaridos, arrojando sus sombreros. Un jinete desmontó frente al boliche, atando su caballo á un poste del sombraje.
Todavía me parece que las veo: llevaban sombreros altos, grises, con velitos cortos muy ajustados al rostro, y dos largos vestidos de amazonas, sin costura, con una sola abertura que seguía la línea de la espalda... ¡y es preciso que una mujer sea verdaderamente bien formada para llevar vestidos así! Porque, mirad, señor cura, con los trajes de amazonas sin costura no hay engaño posible...
Oye le dijo Esperanza cuando se hubieron cansado de hablar de sombreros , ¿sabes que el último día que he estado en el colegio les llevé el retrato de mi hermanito?... Verás qué paso más gracioso. Lo han retratado desnudo, y como tiene aquello descubierto, la hermana María de la Saleta no quería enseñarlo a las niñas.
No creía en los sastres de Vetusta y ni unas trabillas compraba en su tierra. Nadie era sastre en su patria. En verano prefería los sombreros blancos, los chalecos claros y las corbatas alegres. La esencia del vestir bien estaba en la pulcritud y la corrección, y el peligro en la exageración adocenada.
Aquello no fue un bofetón, fue una coz, una patada del excelentísimo Martínez, que acababa de un golpe con las peinetas y mantillas, con más facilidad que acabó Esquilache con los sombreros y las capas.
Es probable que, como consecuencia de relaciones más íntimas que se están desarrollando entre los Estados Unidos y las repúblicas latinoamericanas, el uso de estos sombreros se generalice todavía más, puesto que no puede obtenerse nada que proteja mejor de los rayos del sol durante el verano casi tropical de los Estados Unidos que el renombrado sombrero de Panamá.
Pasaban los carruajes formando una inmensa rueda en el centro del paseo; brillantes los arreos de los caballos y los faroles del pescante con el reflejo del sol; viéndose a través de las ventanillas los sombreros de las señoras y las blancas blondas de los niños. Don Andrés se indignaba ante la tenacidad del joven.
Las petacas y sombreros de Lucban constituyen una industria bien conocida en Manila, y aun en España y en el extranjero. En los mismos momentos en que escribo estas líneas, tiene hecha la casa de Guichard y Compañía con un amigo mío, una gran contrata de sombreros para la exportación.
Palabra del Dia
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