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Actualizado: 8 de junio de 2025
Apagué la linterna de mis cavilaciones y, ¡oh sorpresa!, con el último rayo de su luz vi pasar rápidamente por los términos ofuscados de la imaginación, una nueva e inesperada imagen que parecía llevar en sí la virtud de resolver todas las dificultades del conflicto. Pero... Y acabé por hacerme cruces y echarme a reír. Riéndome estaba aún cuando entró Neluco.
Y como Inca Yupanqui viese tan mal parado este pueblo del Cuzco, é ansímismo las tierras de labranzas que en torno dél eran, parescióle, viendo que tenia tiempo y gran aparejo para de nuevo reedificarla, y que primero que en el pueblo hiciese casa, ni el reparto de las tierras, que seria bien hacer y edificar una casa al sol, en la cual casa pusiesen y fuese puesto un bulto en el lugar do el sol reverenciasen y hiciesen sacrificios; porque, aunque ellos tienen que haya uno que es el Hacedor, á quien ellos llaman Viracocha Pachayachachic, que dice Hacedor del mundo, y ellos tienen que éste hizo el sol y todo lo que es criado en el cielo y tierra, como ya habeis oido; caresciendo de letras, y siendo ciegos del entendimiento en el saber, casí muchos varian en esto en todo y por todo, que unas veces tienen al sol por hacedor, y otras veces dicen que el Viracocha; y por la mayor parte, en toda la tierra y en cada provincia della, como el Demonio les traiga ofuscados, y en cada parte que se les demostraba les decia mil mentiras y engaños, y ansí los traia engañados y ciegos, y en los tales lugares do ansí le vian ponian piedras en su lugar, á quien ellos reverenciaban y adoraban.
A personas muy muchas oprimia, A viejos Españoles muy honrados, Que á los mozos traviesos consentia En sus vicios andar muy desmandados. Con esto y otras cosas que hacia, Estaban los juicios ofuscados De todos, el remedio no esperando, Si no morir con pena suspirando.
Había sacado, él mismo su cuartago al soportal del mesón, y ya iba a poner el pie en el estribo, cuando sus ojos, un tanto ofuscados por el reflejo de las encaladas paredes, vieron venir, sobre una jaca, a un donoso pajecillo que parecía hacerle señas desde lejos.
Casi no se distinguían imágenes, confesionarios, puertas, pinturas, ni tapices; los bultos y las líneas, perdidos la forma y el contorno, estaban ofuscados por un fulgor que, a pesar de su intensidad, recordaba la palidez enfermiza y triste de la cera.
No será de más decir que ambos vestían de seglar por las noches, con sendas levitas negras de largo faldón y manga apretada, botas de campana y enormes sombreros de felpa. Un buen cuarto de hora invirtieron antes de llegar a las cercanías del café. Una vez allí, ofuscados por las luces como cándidas mariposas, quisieron caer, y retrocedieron. Lo mejor será esperarle hacia su casa.
Palabra del Dia
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