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Actualizado: 18 de noviembre de 2025


Alguna vez, cuando su espíritu estaba sosegado, por las buenas esperanzas que daba el médico, solía encerrarse en la citada pieza para probarse la bata, el vestido, el sombrero... Sin poder resistir la tentación, dispuso con Emilia varios arreglos, alargando unas cosas, reformando completamente otras.

Para darle gusto, así como á su Guadalupe, se sacrificó al fin el general, vistiendo su uniforme de gala siempre que estaba en la ciudad. Al salir de operaciones volvía á cubrirse con el enorme sombrero mejicano, poco menor que un paraguas, única prenda uniforme de sus soldados en tiempo ordinario.

Creí que aquel hombre era el carácter cómico, el bufo, el payaso. ¡Qué gestos! ¡Qué gritos! ¡Qué contorsiones! Pero la puerta del fondo se abre, como sale una bala del cañon. ¿Qué es eso que asoma? ¿Qué es ese bulto que sale corriendo, voceando, con el sombrero calado hasta las orejas, y con un frac cuyas estrechas puntas van golpeando sobre los talones de aquel bulto? Es el actor cómico.

¿Y quién te impide comenzar desde ahora? ¿No nos ha dejado tu padre la mayor fortuna del país? ¿Existe en diez leguas a la redonda un dominio más rico ni más hermoso castillo que el de la Roche-Bernard? ¿No eres considerado y querido de nuestros vasallos? ¿Deja alguno de saludarte, quitándose el sombrero, como dices, cuando atraviesas el pueblo?

El padre rondaba por el recibimiento ante el casco que se exhibía en el perchero con un fulgor modesto y glorioso. Apenas Julio lo colocaba en su cabeza, surgía su progenitor, con sombrero y bastón, dispuesto á salir igualmente. ¿Me permites que te acompañe?... ¿No te molesto?

Había dejado la capa y el sombrero que estaban empapados en agua, y así, con los brazos cruzados, encorvado, meditabundo, con la cabeza sobre el pecho, tenía algo de terrible. El carcelero introdujo en la habitación á Montiño, y con arreglo á las órdenes que tenía, salió y cerró la puerta. Venid acá, tío Francisco, venid acá le dijo el bufón ; tenemos que hablar mucho y grave.

Sobre el fondo de las amplias alas del sombrero, iguales a una aureola, destacábase su rostro, de una palidez de rosa, en el que parecían temblar las gotas negras de los ojos. ¡Salut, Flo d'enmetllé! dijo Febrer con cierta inseguridad en la voz, pero sonriendo.

La barba a medio crecer, la palidez del semblante, las botas de camino, el aludo sombrero, el largo espadón y sus raídas y polvorientas ropas, dábanle toda la traza de algún soldado de Flandes, salido apenas del hospital de Santa Cruz. Aquella existencia ignorada, sin vanidad ni pasión, fuele sumergiendo en un estado semejante a la placidez de las convalecencias.

Hombre, ¡qué lástima! exclamó, verdaderamente condolido, el noble forastero. Como usté lo oye, señor: crea usté que para ha sido hoy un día desgraciao. Y el bueno del aldeano, al decir esto, menudeaba más y más los giros de su sombrero, y bregaba, hasta sudar, con los mechones de su áspera cabellera.

D. Luis se quitó su sombrero, se hincó de rodillas al pie de la cruz, cuyo pedestal le había servido de asiento, y rezó con profunda devoción el Angelus Domini. Las sombras nocturnas fueron pronto ganando terreno; pero la noche, al desplegar su manto y cobijar con él aquellas regiones, se complace en adornarle de más luminosas estrellas y de una luna más clara.

Palabra del Dia

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