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Actualizado: 9 de junio de 2025
43 Y respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel al cual soltó más. Y él le dijo: Rectamente has juzgado. 44 Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? 45 No me diste beso, y ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies. 46 No ungiste mi cabeza con óleo; y ésta ha ungido con ungüento mis pies. 48 Y a ella dijo: Los pecados te son perdonados.
Misia Casilda le soltó, y sentándose en el sillón, porque sus piernas, flojas, no podían sostenerla, repetía, llorando: Sí, alguien te ha aconsejado, porque tú no eres malo, no eres capaz...
Sentáronse todos con gran algazara moviendo las sillas mucho más de lo necesario. Octavio se sentó al lado de Carmen, sin que nadie se acordase de disputarle el sitio, antes por el contrario, se observó por varias de las señoras que D.ª Feliciana, distraídamente sin duda, soltó velozmente la silla que tenía cogida al lado de la de su hija cuando nuestro joven se acercó á ella.
Reynoso seguía en contemplación extática del reloj. Yo les diría ahora: ¡no conocen ustedes a mi mujer...! ¡no la conocen! Elena, cada vez más desconfiada, volvió a levantar los ojos. Esta vez chocaron con los de su marido. Este no pudo aguantar más y soltó una estrepitosa carcajada.
La bella soltaba o mejor vomitaba estos y otros insultos acompañados de interjecciones de cochero, paseando furiosa por la estancia. De pronto se paró delante del duque y le gritó hecha una hiena: ¡Sal de aquí, so gorrino! Sal de mi casa. Me escupo yo en tí y en tus millones. Salabert soltó una carcajada.
Pero tal vez no lo quiere insinuó el viejo Hellinger. Ella soltó la risa. ¡Mi querido Adalberto!
Acercósele Luján por detrás, y poniéndole una mano sobre el hombro, díjole con voz extraña: ¡Tapón... ven acá!... Levantó este los ojos, y a la vista de aquel pálido rostro y aquel torvo ceño, inmutóse mucho; soltó al punto la caña, tercióse al hombro en silencio la chaqueta y levantóse dócilmente: Anda delante dijo Paco.
Fortunata soltó la carcajada. «Dime, ¿y cuando te pretendía, ya le habían cortado el pecho que le falte?». Pues no lo sé. Por mí que le cortaran los dos... En fin, chica, que esto marcha. Yo le dije que si había reconciliación, vivirías con ella, pues yo estimaba muy conveniente esta vida común.
A lo cual contestó: Como al señor le ha dado por la música.... ¡Así lo cuenta en todo Villaverde! ¡Cuentan en Villaverde tantas cosas! Sí; me gusta la música... desde que oí tocar a Luisa. La morena se sonrojó. Teresa se soltó diciendo: ¡Adiós! Pues ¡no sé cómo, porque ésta toca muy mal! Tocar bien, como una profesora.... Venga usted acá, y me sacó hasta el zaguán venga.
Pero el viejo patrón, ó no oyó las advertencias, ó se hizo sordo á ellas, que es lo más probable, por disfrutar algunos instantes más de la presencia de sus compañeros. ¡Que suelte! le volvieron á repetir más alto. Y nada: el viejo, clavado como una estatua á la orilla del mar, no soltó el cabo.
Palabra del Dia
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