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Actualizado: 28 de junio de 2025
Con un codo apoyado en la mesa y la cabeza en la mano, De Pas contemplaba a su señora madre, que comía de prisa, distraída, más pálida que solía estar, con los grandes ojos azules, claros y fríos fijos en un pensamiento que debía de ver ella en el suelo. Teresina entraba y salía sin hacer ruido, como un gato bien educado. Acercó la ensalada al señorito. Ya he dicho que no ceno. Déjale, no cena.
Mientras acontecían, en sueño o en realidad los poco ordinarios sucesos que quedan referidos, la Princesa Venturosa, fatigada de tanto llorar, estaba durmiendo tranquilamente, y aunque eran ya las ocho de la mañana, hora en que todo el mundo solía estar levantado y aun almorzado en aquella época, la Princesita, sin dar acuerdo de su persona, seguía en la cama.
Movido a compasión como ya hemos dicho, y excitado también por la curiosidad y el empeño de penetrar en el fondo obscuro de un corazón humano cuya profundidad vislumbraba, el Padre Ambrosio, después de uno de los discursos que solía pronunciar bajo los álamos, citó a Fray Miguel para que fuese a hablar con él en su celda.
No conozco seductores corcovados ni enanos decía, encogiéndose de hombros, las pocas veces que con sus amigos íntimos hablaba de estas cosas: solía ser después de cenar fuerte . ¿Se me habla de extravíos del gusto? Eso es lo excepcional. Pero nadie querrá ser en el amor lo que es el asafétida en los olores; y sin embargo, las damas romanas de la decadencia....
Con risa entre idiota y maliciosa, solía decir a veces a la muchacha: Andas metiéndote en cuentos.... Aún han de venir a buscarte los civiles, para te llevar a la cárcel.... Tirias y troyanas
Después tuve motivos para quererla mucho más, porque hizo usted por mí una cosa que no la olvidaré mientras viva, así viva mil años. No recuerdo... Pues yo lo tengo bien presente. Mi padre, como usted sabe, señorita, hacía almadreñas, y de eso vivíamos. Marchaba por la mañana al monte y solía venir á la tarde. Los jueves iba á Vegalora á vender las almadreñas.
Maravilla ser solía; 1275 Pero ya lástima doy; Que de extremo á extremo voy, Y desde ser á no ser, Pues sol me llamaba ayer, Y hoy sombra mía aun no soy. 1280 DON JUAN. DO
En aquellos, atardeceres mincosos de la gran Metrópoli, en que Martí solía pasearse por las alamedas de Green Wood, ¡quién iba a imaginarse que de aquella mano tan sencilla pendía un mundo, que tras aquella cabeza silenciosa iba una bandada de águilas libertadoras! Su erudición, pasma. Si todos van contra él, él va contra todos. Tiene del ala y del hacha. De la roca y del torrente.
No había esperanza de que se casase, no tanto por feo y raquítico, ya que las mujeres apencan con todo, si el pretendiente guarda hacienda o luce ejecutoria, cuanto porque el duque era misógino y misántropo. Solía decir: «En mí, gracias a Dios, concluyen los Valdedulla, que, desde Mauregato, no han hecho más que burradas.» Nada le interesaba. Nunca salía del Pazo.
Iba a decir que el que allí corría con las cuentas de todo era D. Juan Nepomuceno; pero se contuvo, porque solía darle vergüenza que los extraños conocieran esta abdicación de sus derechos. ¿Esto será alguna deuda antigua? dijo por fin. No señor... y sí señor. Me explicaré... Sí, hombre, acabemos.
Palabra del Dia
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