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Actualizado: 28 de junio de 2025
Había estado en un tris... Sin duda no le pasaba por la imaginación a su marido la idea ni aun la sospecha del desfalco, y aunque solía repasar los billetes sólo por gusto, en aquella ocasión no lo hizo sabe Dios por qué.
A Guzmán le gustaba mucho ver a la marquesa tan afanada en aquel esmero de policía doméstica. ¿Te parece bastante? solía preguntarle ella. Todavía no respondíala él. Y en eso estaban. Un día, después de hacerle ella la misma pregunta, se quedó Guzmán pensando mucho la respuesta. Voy sospechando le dijo la marquesa que nunca te ha de parecer esta casa bastante purificada. ¿Por qué?
Cuando estaban enteramente solos, el digno funcionario solía confiar a Rosalía sus disgustos domésticos, que últimamente habían llegado a turbar la venturosa serenidad de su carácter. ¡Oh! El gran Pez no era feliz en su vida conyugal. La que en otro tiempo fue la misma dulzura, habíase vuelto arisca e intratable. Todo la enfadaba y estaba siempre riñendo.
Ningún amigo íntimo tenía en Santiago don Pedro, aunque sí varios conocidos, ganados en el paseo, en casa de su tío o en el Casino, donde solía ir mañana y noche, a fuer de buen español ocioso. Allí se le embromaba mucho con su prima, comentándose también la desatinada pasión de Carmen por el estudiante y su continuo atalayar en la galería, con el adorador apostado enfrente.
Hay que hacer justicia al pobre chico. Cuando se halló más desahogado y tranquilo, guardó el retrato donde solía y comenzó a pasear a lo largo de su gabinete y a reflexionar como su padre deseaba, «con la cabeza fría y el corazón sosegado». Porque Ángel se consideraba ya en aquellos instantes con el juicio y la sangre en su ordinario nivel.
La casualidad vino en su ayuda resolviendo el asunto a su placer, cuando menos lo pensaba. Una noche se encontraron en el teatro de la Comedia. Raimundo, que transcurrido el año de luto solía ir de vez en cuando, estaba con su hermana en las butacas. Ella ocupaba un palco bajo frente a ellos.
¡Válate el diablo por hombre! -replicó don Quijote-. ¿Qué va de yelmo a batanes? -No sé nada -respondió Sancho-; mas, a fe que si yo pudiera hablar tanto como solía, que quizá diera tales razones que vuestra merced viera que se engañaba en lo que dice.
Entonces solía ver el cielo como inmenso mar de cuyas aguas salían formando bosques de algas las copas de los árboles: los pájaros eran las naves que lo surcaban.
El capitán era hombre de poco dormir, al menos de noche. De día solía echar siestas repentinas y fantásticas donde menos pudiera imaginarse, en el establo cuando iba á inspeccionar el ganado, en la iglesia oyendo misa, y hasta montado á caballo cuando recorría los caminos pedregosos del concejo.
Era un soborno piadoso en el que había gastado el corto caudal que heredara de sus padres y que se llevaba también la mayor parte de su paga. Había logrado el arrepentimiento de varias pecadoras, a las cuales solía llevar a cierto asilo o convento establecido para ellas en Valladolid, sufragando él, por supuesto, los gastos de viaje, instalación, etc.
Palabra del Dia
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