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Actualizado: 27 de octubre de 2025
Hacedme la gracia de escuchadme: bien sé que casada con vos, vuestra voluntad es para mí una ley; pero yo apelo á vuestra hidalguía; yo os pido, y os lo pido con toda mi alma, que por ahora no miréis en mí más que á doña Clara Soldevilla, no á vuestra esposa. ¿Me lo concedéis? Será siempre, señora, todo lo que vos queráis, menos no amaros.
Montiño entregó la carta al padre Aliaga, que se levantó y fué á leerla junto á la vidriera de un balcón. El padre Aliaga leyó y releyó aquella carta. Luego volvió junto al cocinero mayor. ¿Sabe esto alguien? dijo guardando la carta del difunto Pedro Montiño, con gran cuidado el cocinero. Sí, señor exclamó Montiño ; lo sabe una mujer. ¿Qué mujer es esa? Doña Clara Soldevilla.
Ya hemos visto en la carta de doña Clara Soldevilla al padre Aliaga, que los presentimientos del bufón no habían sido exagerados. Le hemos visto también conmoverse al oír en los labios del padre Aliaga el nombre de Dorotea. El bufón quería acercar á la joven al padre Aliaga, y explotar en su provecho el amor que el padre Aliaga había sentido en su juventud hacia su madre.
La reina se encontraba grandemente comprometida por una endiablada intriga de don Rodrigo, y doña Clara Soldevilla había salido sola á la calle por el compromiso de la reina, y seguida por don Rodrigo Calderón, al primero á quien encontró, de quien se amparó, como se hubiera amparado de otro cualquiera, fué de don Juan.
Si don Francisco de Quevedo no pudiera acompañaros como se lo he rogado, llamad al postigo, dad por seña: el capitán Juan Montiño, y el postigo se abrirá y una doncella mía os traerá á mi aposento; romped ó quemad esta carta y venid, venid que os espero ansiosa. Doña Clara Soldevilla.»
¡Oh! ¡le ama! exclamó el bufón. ¡Que se case con otra!... sí, sí, todo puede suceder... pero por ahora... Puede ser que ame á otra. ¡Que ame! ¡es que me avisáis! dijo Dorotea conteniéndose pero temblando ; ¿es verdad que ama á otra mujer? ¿será verdad lo de la reina? No; lo de la reina, no; pero el señor Juan Montiño tiene amores en palacio. ¿Y con quién? Con doña Clara Soldevilla.
¿Y por qué le ha herido? Defendiendo la honra de una mujer. ¡Ah! ¡ah! y... ¿quién es ella? Una dama á quien vuestra majestad y yo apreciamos mucho. Pues no... no acierto. Doña Clara... ¡Ah! ¡sí! ¡vuestra menina! quiero decir, vuestra dama de honor... porque ya recordaréis que hemos convenido en que es ya muy crecida para menina... la bella y honradísima doña Clara Soldevilla.
Dicen que el rey Dorotea bajó la voz dicen que el rey ha amado á doña Clara; que ha tenido empeño; que ha enviado á Nápoles al coronel Ignacio Soldevilla, para dejarla más aislada; pero que, á pesar de esto, el rey se ha llevado chasco.
Pues el jinete de ese viejo cuartago, don Juan Téllez Girón, el marido de doña Clara Soldevilla, el maltratador de don Rodrigo, el salvador de la reina, ha estado á punto de dar con vosotros al traste, señores conspiradores de palacio: á él debéis el haber estado dos días separados de vuestros oficios, aturdidos sin saber de dónde venía el golpe. ¡A él! Mejor dicho, me lo debéis á mí. Explicáos.
Destierro de doña Clara Soldevilla. ¡Otra dificultad! ¡la ama el rey! ¡Destierro de doña Clara Soldevilla! Se procurará. Prisión y proceso á don Juan Téllez Girón y don Francisco de Quevedo. Eso ya está hecho. Don Francisco de Quevedo va camino de Segovia, y don Juan está preso en la torre de los Lujanes. En cuanto al bufón y al cocinero, dejadme obrar. Bien, muy bien.
Palabra del Dia
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