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Actualizado: 29 de junio de 2025


A fuerza de leer y meditar algo, habia llegado á formarme, allá en el corazon de los Andes, la idea del océano; lo habia soñado con toda su soledad asombrosa, su misterio, sus efectos de luz maravillosos, sus ondas agitadas y terribles, sus calmas amenazadoras, sus trombas y tempestades, sus vagos suspiros, sus mugidos ruidosos, sus mil fenómenos de óptica, de vegetacion oculta ó viajera, de poblacion increiblemente variada entre los pliegues de sus ondas.... Y sinembargo de mis fantasías, que eran de una exactitud completa, me sentí sorprendido, sobrecogido de admiracion, lleno de miedo y de valor alternativamente, y como en un mundo distinto del de la Creacion, cuando, ya lejos de las playas rocallosas y desiertas de Cartagena, reconocí que la tierra quedaba en lo pasado, como una sombra, y que desde aquel momento mi vida y la de mis amores pertenecian á la ciencia y las borrascas disputándose el imperio de la inmensidad!

Cercanos á los límites se hallan los escollos, y estos debe conocerlos el navegante. Los límites de la ciencia humana se descubren en el exámen de las cuestiones sobre la certeza. Al descender á las profundidades á que estas cuestiones nos conducen, el entendimiento se ofusca y el corazon se siente sobrecogido de un religioso pavor.

Y el señor de Tapón, sobrecogido, pero con mucha dignidad, aseguró, puesta la mano sobre el pecho, que había sido una distracción, que lo había hecho sin poderlo remediar... Pues sin poderlo remediar se quedará usted hoy sin postres..., y mañana, por supuesto, sin campo...

Pero Juan, haciendo un ademán de horror, retrocede más ante la mano que lo roza; y dirigiendo a Martín una mirada llena de angustia mortal, le dice con voz ronca: ¡Déjame!... ¡no quiero, no quiero tener nada que ver contigo! ¡ya no soy tu hermano! Martín, sobrecogido, se agarra con las dos manos a la mesa que está junto a él, y se deja caer, como herido de una puñalada, sobre el banco inmediato!

Ningún ruido de fuera llegaba hasta allí; Hullin, después de tantas escenas tumultuosas, quedose sobrecogido por aquel profundo silencio, y miraba gavillas de paja amontonadas entre las vigas de la troje hasta cerca del techo, los rastrillos, los arados, los carros, que se perdían en la sombra de los cobertizos, con un sentimiento de paz y bienestar indefinibles.

Al entrar en aquella casa y ver aquellos objetos deteriorados por el tiempo, bellos aún en su miseria, el visitador se sentía sobrecogido de estupor y veneración.

Helado y sobrecogido, oye en la oscuridad la voz de su hermano que le habla con el cuerpo fuera de la tribuna y los ojos lucientes de fiebre, como un poseído. No pises sobre la sepultura de mi madre... ¡Ladrón! DON FARRUQUI

Sonriendo nerviosamente y con voz aguda y extraña, se dirigió a don Feliciano Gómez, que era la única persona que allí había: Ya sabrá usted que la z... de mi mujer se ha escapado con su chulo, ¿eh? Don Feliciano le miró sorprendido. Aunque era hombre que entendía poco de sonrisas, al verle sonreir de aquel modo se sintió sobrecogido, y le contestó con tristeza: , Gonzalito, .

Y te apartas, huyes de aquella presencia como el ladrón sacrílego sobrecogido en la iglesia por la expresión de las imágenes que le miran desde sus nichos.

Esto se ahorrará tal vez de fastidio; pero una sola voz salió de mi criado, y entre ella y la mía se estableció el siguiente diálogo: Lástima dijo la voz, repitiendo mi piadosa exclamación. ¿Y por qué me has de tener lástima, escritor? Yo a ti, ya lo entiendo. ¿ a ? pregunté sobrecogido ya por un terror supersticioso; y es que la voz empezaba a decir la verdad.

Palabra del Dia

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