Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 2 de mayo de 2025
Despertó, en fin, soñoliento y perezoso, y, volviendo el rostro a todas partes, dijo: -De la parte desta enramada, si no me engaño, sale un tufo y olor harto más de torreznos asados que de juncos y tomillos: bodas que por tales olores comienzan, para mi santiguada que deben de ser abundantes y generosas.
Todas las pasiones, para el logro de su objeto, exigen algo; solo la pereza no exige nada. Mejor la contentais sentado que en pié, mejor echado que sentado, mejor soñoliento que bien despierto. Parece ser la tendencia á la misma nada; la nada es al ménos su solo límite; cuanto mas se acerca á ella el perezoso, en su modo de ser, mejor está. Orígen de la pereza.
Ea; eso es fijo: los hombres no perdonan jamás a aquellos a quienes se han visto obligados a admirar. Pero allá, en un rincón del pecho, duerme como un portero soñoliento la necesidad de la grandeza. Es fama que, para dar al champaña su fragancia, destilan en cada botella, por un procedimiento desconocido, tres gotas de un licor misterioso.
Experimentaba el jinete indefinible malestar, disculpable en quien, nacido y criado en un pueblo tranquilo y soñoliento, se halla por vez primera frente a frente con la ruda y majestuosa soledad de la naturaleza, y recuerda historias de viajeros robados, de gentes asesinadas en sitios desiertos. ¡Qué país de lobos! dijo para sí, tétricamente impresionado.
Como sus amigos no eran tan constantes, pasaba algunos ratos solo, meditando en problemas graves de política religión o filosofía, contemplando con incierto y soñoliento mirar las escayolas de la escocia, las pinturas ahumadas del techo, los fustes de hierro y las mediascañas doradas.
Míster Robert llevaba los libros, trataba con los clientes, discutía transacciones; era el poder legislativo y ejecutivo del escritorio. El otro tenía sólo los honores de pantalla: llegaba después de las doce, siempre soñoliento; oía bostezando la relación que, por mera fórmula, hacía el inglés, plantado en su alto sitial; recorría los periódicos, mientras venían los amigos...
Es de notar que Bonifacio, hombre sencillo en el lenguaje y en el trato, frío en apariencia, oscuro y prosaico en gestos, acciones y palabras, a pesar de su belleza plástica, por dentro, como él se decía, era un soñador, un soñador soñoliento, y hablándose a sí mismo, usaba un estilo elevado y sentimental de que ni él se daba cuenta.
Todos experimentamos que en nosotros hay dos hombres; uno inteligente, activo, de pensamientos elevados, de deseos nobles, conformes á la razon, de proyectos arduos y grandiosos; otro torpe, soñoliento, de miras mezquinas, que se arrastra por el polvo cual inmundo reptil; que suda de angustia al pensar que se le hace preciso levantar la cabeza del suelo.
Era un tren el suyo de escasos viajeros: un simple coche-dormitorio que por la línea de cintura iba a unirse con el expreso de Portugal en la estación de las Delicias. Cerca de la entrada vio algunos mozos que venían hacia él para apoderarse de sus maletas, y un coche de alquiler inmóvil, con el cochero soñoliento y el caballo husmeando el suelo.
Maltrana creía verle con diverso aspecto en las varias horas del día: soñoliento y torpe al amanecer; alegre y risueño después de las abluciones matinales; pesado y cabeceador luego de mediodía, al adormecerse el Océano bajo el incendio solar; melancólico y rumoroso como un jardín antiguo a la caída de la tarde, cuando las cubiertas se teñían de un rojo naranja, prolongándose las sombras de las personas con la esbeltez de los cipreses; ruidoso y frívolo al cerrar la noche, con una alegría semejante al hervor del champán, a la sonrisa de unos labios pintados, a la languidez de unos ojos engrandecidos por el kohol.
Palabra del Dia
Otros Mirando